Tras la huella del nómada...

Isabel Sanfeliu

 Eds. Isabel Sanfeliu y Jesús Varona. Ed. Biblioteca Nueva (2010) 

“A mí me ha cogido muchas veces la lluvia en el campo cuando iba con mi padre y no teníamos donde guarecernos. Y era buena esa lluvia, era bueno aunque duro ir al descampado. Gracias al destierro conocimos la tierra”.
María Zambrano en La tumba de Antígona


    Inicio este viaje, como buen nómada, sin un destino preciso. Me dejo vagar entre trayectos ya recorridos en algún trabajo anterior, lecturas que azarosamente caen en mis manos y el horizonte abierto por esta propuesta que se despliega ahora. Migrar, nomadeo... poco a poco se definen planos (supervivencia, penetración comercial, invasiones...), épocas (los orígenes, los bárbaros, Medioevo y Renacimiento, la llamada postmodernidad...), mapas que reflejan distintas realidades de los mismos perfiles, rostros marcados por los surcos de un tiempo concreto y por los surcos de todo el tiempo... Escucho el eco de los distintos escenarios que imagino y retorno a estas páginas en un intento de transmitir alguna impresión de mi travesía.


El nomadeo


    La humanidad se expande desde el principio de los tiempos, el hombre “nace” nómada en su cuna africana del Valle del Rift; luego el sedentarismo perfilará las diversas razas que retomarán la dinámica migratoria. Gracias al nomadismo se pobló el planeta durante milenios y con él, la humanidad sobrevivió y se adaptó a fenómenos naturales o territorios hostiles.
    En una pequeña zona convivieron neandertales, cromañones y, quizá, esos otros homínidos[2] cuyo ancestro común dataría de un millón de años. El Homo erectus fue el primer nómada. Dejó África mucho antes de que se pusiera en marcha el Homo sapiens hace 50.000 años para reemplazar a otras especies. La masificación trae consigo las luchas que llevan al cromañón a afinar el ingenio y expandirse como Sapiens. Las viejas migraciones fuerzan la adaptación a nuevos escenarios y el intelecto ganó con ello; el humano que deja África lo hace ya con capacidad de abstracción, los intercambios genéticos así incorporados introducen mayor complejidad de pensamiento.


    La evolución no está destinada a mejorar una pretendida calidad de la especie sino a conectarla con su medio; lo autóctono, peculiar de un pequeño grupo de sujetos nómadas o sedentarios, se despliega a medida que el número de sus integrantes aumenta.   Luego, la diáspora extiende el surco del homínido que progresa en sus nuevos pequeños reductos. El hombre evoluciona, con él modifica su entorno -y este a aquel- y las conquistas se muestran con orgullo al vecino; los procesos grupales, tal como hoy los conocemos, ya están ahí, el narcisismo de las pequeñas diferencias comienza a ejercer su cometido.
    El cazador nómada del paleolítico irá cediendo terreno poco a poco al agricultor y ganadero del neolítico, que adquiere estabilidad y forma clanes y tribus. Vivir en comunidad afincada trae de la mano competencia y lucha, pero la reproducción, la supervivencia frente a peligros externos y la prevención del filicidio imponen este rumbo. Los antropólogos culturales acentúan las diferencias entre grupos étnicos, pero en realidad el número de formas sociales elementales es muy limitado.
    Los diccionarios indican que nómada, proviene del latín nomas (que pace o apacienta, que se traslada habitualmente en razón de los pastos). Lo muestran relacionado con una forma de organización tribal o lo que los antropólogos llaman una sociedad segmentaria, es decir, una sociedad estructurada.
    El nomadismo es una de las más antiguas formas de subsistencia y desarrollo humano, un modo de ocupación del suelo que asegura la minuciosa explotación de medios naturales desfavorables, de baja productividad (desiertos, alta montaña), protegiendo la biodiversidad. Su declive en el mundo contemporáneo trae consigo la posible pérdida de estos beneficios, aunque durante generaciones quedarán reductos que seguirán sacando partido a sectores del planeta condenados por yermos.
    El nomadeo suele estar ligado a las estaciones, aunque con distintos perfiles: se puede buscar en la amplitud de los desplazamientos la posibilidad de utilizar los cambios climáticos o también perseguir el contraste en la utilización de distintas altitudes dentro de un entorno cercano. Por otra parte, en zonas específicas como el centro del desierto, los desplazamientos no tienen ritmos precisos ya que las lluvias también son irregulares (suelen concentrarse en la estación seca y la dispersión es mayor con la lluvia al ir en busca de gramíneas que crecen con rapidez).
    En su origen, el comportamiento humano complejo se caracteriza por un importante salto a partir del acceso al campo simbólico (herramientas, instrumentos, arte...) que acompaña los movimientos demográficos de cazadores y recolectores prehistóricos. Parece que los grupos vencedores de las numerosas e inevitables prácticas bélicas, contaban con mayor número de filántropos en sus filas; dar prioridad al grupo de pertenencia granjea beneficios a medio plazo y permite que el rasgo altruista se afiance con ventaja en la carga genética transmitida. La población aumenta y la inherente dispersión no sólo anima el belicismo, también impone para la supervivencia el vínculo entre los subgrupos de migrantes.
    Al unísono de los movimientos territoriales discurren los cambios en la organización social: especialización de tareas para sobrevivir, pujantes líderes para reproducirse con éxito y proteger la especie... costumbres y rituales se perfilan y afianzan, las culturas se diversifican y podemos esbozar ya algunos mapas demográficos a partir de estudios del ADN de restos arqueológicos. En torno a 4.000 años a. de C., las poblaciones agrícolas tienen suficiente excedente de recursos como para que afloren las primeras civilizaciones, en las que el grupo se distribuirá tareas complejas al servicio de la comunidad.

     Y tornaron a crecer las fechas del otro lado del Año Cero, hasta que alcanzamos el tiempo en que el hombre, cansado de errar sobre la tierra, inventó la agricultura al fijar las primeras aldeas en las orillas de los ríos.[3]

    Pérdida de biodiversidad y distribución de alimentos son algunos de los grandes problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad. El auge de la agricultura trajo consigo aumento de alimentos, lo que permitió mayor densidad de población. Luego se aniquiló a los cazadores-recolectores, se formaron pueblos, naciones... pero también llegaron epidemias, estratificación social, hambruna.    Jared Diamond (de la Universidad de California en Los Ángeles) califica la adopción de la agricultura como el peor error de la historia de la humanidad. ¡Mundo paradójico! la tasa de natalidad desciende en las metrópolis y amenaza superpoblación en las zonas rurales[4], “sólo se tarda doce años en añadir otros cien millones de personas a la población” afirma el demógrafo Wolfang Lutz[5].
    Errar, equivocarse o andar sin rumbo. Vagabundear, vagar de una parte a otra, perdido... ¿condena que impide el asiento o sosegado deambular por lo desconocido? Errantes por el mundo viven y mueren pobladores nómadas, aventureros o desterrados desde todos los tiempos... Desarrar también es perder el ánimo, confusión[6]; erradio, andar en radio, se diría que es como divagar dentro de un orden... Aberrare, apartarse del camino, nos acerca a la tentación, a transgredir, y trans-gredire significa pasar a través, saltar normas, fronteras. En cualquier caso, “nuestros” nómadas resultan inquietantes, son difíciles de ajustar en un mapa, plano o estadística, parecen resbaladizos y, todo, porque se adaptan al entorno con flexibilidad, se mueven con vientos o lluvias sin que parezcan ambicionar la propiedad del suelo que les acoge; no cabe duda, desconciertan.
    La Biblia describe pueblos trashumantes[7], culturas y religiones tienen mitos y referencias a las migraciones que se remontan a tiempos muy antiguos (Éxodo, Hégira...). Comercio e imperialismo siempre fueron motor de desplazamientos masivos de población; descubrir, depredar, colonizar...
    Némirovsky, en el retrato que esboza de miles de familias huyendo de París días previos a la invasión alemana, pone en boca de Michaud: “Después de todo, aquellas grandes migraciones humanas parecían ordenadas por leyes naturales. Sin duda, los pueblos necesitaban desplazamientos periódicos masivos tanto como los rebaños la trashumancia”[8].
    Aunque los nómadas poseen una organización interna social, política, religiosa, administrativa y económica, esta suele ser mucho más simple que la que caracteriza a un pueblo sedentario. No existe, por ejemplo, un líder absoluto (rey o gobernante) que ostente el poder político por mucho tiempo, dado que el grupo se mueve constantemente y sigue una lógica de autodeterminación de acuerdo a las circunstancias. En general poseen una sociedad patriarcal.
    Tribus y clanes son la principal estructura organizativa y se unen o alían para responder a situaciones de amenaza, matrimonio o subsistencia. Recordamos[9] que en el clan los grupos de parentesco están organizados y sus miembros sometidos a la autoridad de un patriarca –intermediario entre los miembros ya fallecidos y las generaciones más jóvenes–, cuya autoridad no reposa en la fuerza sino en la ligadura por la sangre y que es quien dice dónde asentarse y cuándo partir. El clan protege al individuo, establece juicios, regula matrimonios, controla derechos; si el clan es muy organizado da lugar a civilizaciones con menor movilidad geográfica y lentos cambios culturales. En cuanto al concepto tribu, podría designar dos realidades, dos dominios distintos pero ligados: el tipo de sociedad o modo de organización política, o bien un posible estadio de la evolución de la sociedad humana.
    También se conoce como trashumancia al pastoreo móvil en función de la productividad de la tierra; se diferencia del nomadismo por tener asentamientos estacionales fijos y un núcleo principal del que proviene la población. Los pre-beduinos ya se dedicaron al pastoreo; domesticar ganado conduce a un estilo de vida que aprovecha la posibilidad de zonas áridas con desplazamientos en determinadas estaciones. Entre los siglos X y VII a. de C., en Oriente Próximo nace el germen del pastoreo en las estepas[10]. Los pre-beduinos introducen la utilización del camello, aunque se mantenga al buey o al asno como portores. Son migraciones lentas y en distancias cortas, organizadas por tribus relativamente coherentes, alejadas de la jerarquía belicosa e inestable que se instala posteriormente con los beduinos.
    El nomadismo beduino que surge a partir de la domesticación del caballo y el dromedario, se hace más agresivo por cuestiones raciales y confrontaciones con los vecinos sedentarios; los desplazamientos serán más largos y rápidos. Este género de vida se generaliza en el primer milenio a. de C. desde Asia central al Sahara. Los ocupantes de zonas desérticas en el Mundo Antiguo, son confinados por la expansión del gran nomadismo; pre-beduinos de las estepas de África del norte se ven desterrados al Sahara por la colonización romana. El medio es muy adverso y se presta a rapiñas de las caravanas que lo atraviesan.
    En Eurasia la vida pastoral se desarrolla a partir del reno, cuya domesticación pudo empezar en el s. III a. de C., campeando por las tundras subpolares. Las estepas son más ricas y las motivaciones para migrar son fundamentalmente económicas. Las migraciones suelen organizarse de sur a norte, hibernando en el bosque y pasando el estío en la tundra, siguiendo los desplazamientos de la fauna salvaje. Mientras en Laponia migra toda la familia, el ya citado Planhol observa que, entre los samoyedos y paleo asiáticos, el grupo humano se disgrega con más facilidad de la tribu.
    Asia, cuna de la mayor parte de las civilizaciones, congrega gran variedad de culturas y modos de ocupar el espacio. El hecho de que el pueblo nómada vaya de un lugar a otro, no significa que no considere como propia una determinada región. Es posible, además, que un pueblo nómada haya vivido periodos sedentarios y retorne al nomadismo a causa de algún fenómeno natural o la agresión de otro pueblo.
    Veamos como ejemplo lo ocurrido a partir de un brusco cambio de clima: hace 12.000 años se produjo una oscilación del eje de la tierra que provocó, junto con otros factores, que los monzones estacionales de África se desplazaran llevando lluvias a una enorme región del Sahara. Esto generó verdes cuencas fluviales en medio del desierto; se han encontrado restos de los habitantes que lo aprovecharon, aunque no está muy clara su procedencia, tampoco su destino cuando los monzones retrocedieron.
    El nomadismo de pastoreo constituye un género de vida de alta productividad económica, con un notable dinamismo demográfico y gran capacidad de expansión. Permite un nivel superior al de la población agrícola sedentaria, siempre que el número de personas implicadas esté limitado por mecanismos de regulación demográfica y social, especialmente necesarios dada la alta tasa de reproducción de los nómadas, que obliga a organizarse en estado de crisis para garantizar su alimentación. Esta es una de las razones que provoca más violencia: la sociedad debe remodelarse constantemente en función de los recursos disponibles. Otra respuesta al continuo excedente humano de los nómadas, es la expansión a expensas de sociedades sedentarias vecinales, de las que asimilan numerosas poblaciones.
    Caza y pastoreo exigen movimiento, pero si prescindimos de los rebaños, camellos o caballos de los nómadas, topamos con otro estilo de errante -un sujeto aislado o en familia nuclear- y otro tipo de motivación para desplazarse, no marcada necesariamente por características del terreno o vaivenes estacionales.


Los Bárbaros en la edad antigua, ¿primeros emigrantes?



    Las primeras civilizaciones de la historia se asientan junto a los grandes ríos; Mesopotamia, la más antigua, aprovechó un estratégico valle[11] rodeado por tierras inhóspitas, allá por el año 4.000 a. de C.; la estabilidad les permitirá el desarrollo de la escritura cuneiforme, ese gran paso que los nómadas no podían permitirse. La tranquilidad de sus ciudades estado es relativa, queda mucho por conquistar; las luchas intestinas alimentan ambiciones y, además, con el paso del tiempo, otros grupos se sentirán atraídos por la prosperidad de la zona. De esta cuna primigenia surgirán grandes imperios: los asirios[12] que parten de Nínive, los persas[13] en Irán... Mientras grandes ciudades se destruyen, otros pueblos llegan y Babel se convierte, 1.800 años a. de C., en centro administrativo de todo el reino con su consiguiente desarrollo a todos los niveles.
    El Valle del Nilo está cuajado de testimonios de su ocupación por el hombre desde el paleolítico; le suponemos camino obligado entre las viejas culturas del Próximo Oriente, el Golfo Pérsico y el Mediterráneo y otras tierras tropicales. Las dos crecidas anuales del río garantizan, a pesar de las escasas lluvias, la fertilidad de sus riberas; es fácil entender que los aventureros de la época se dejaran tentar por ellas, dando lugar a otra de las grandes civilizaciones de todos los tiempos. Egipto, el “pueblo de la tierra negra (cultivable)” crece, su población aumenta y la escritura jeroglífica se abre paso. Aquí el faraón ocupa el lugar que en Mesopotamia ostentaba el rey.
    Otro río, el Ganges[14], fue destino de todas las invasiones en la antigua India. Por ejemplo, la de los arios -soldados y rudos pastores seminómadas con un sistema social muy compartimentado-, desde Europa en el 2.000 a. de C.; el sedentarismo de esta raza acarreó un rígido sistema de cuatro castas en sus formas sociales.
    La llegada de los hunos a Occidente desencadenó las llamadas Grandes Migraciones. Roma caerá por la ocupación pacífica[15] de los bárbaros en el año 400, culminando así invasiones anteriores de pueblos enteros, la mayoría germanos, que buscaron asiento tras recorrer enormes distancias. Los godos[16], presionados por los hunos, tribus más orientales, se vieron impelidos a trasladarse a la Europa occidental; seguirán el curso del Nieper penetrando por los Balcanes hasta la actual Bizancio y provocando un cambio fundamental del orden que hasta entonces giraba en torno al Imperio Romano: los reinos bárbaros que contribuirán a formar la Europa Medieval.
    Las ordenaciones que posteriormente le siguen, sobre todo el llamado Sacro Romano Imperio Germánico, son ya obra de los citados bárbaros, cuya nominación procede del griego[17] que designaba así al extranjero que desconocía su cultura, al ajeno a su imperio. El orden bárbaro hereda en parte los valores transmitidos por el Imperio Romano que a su vez incorporó la huella de la antigua Grecia; pero, contra lo que se ha sostenido durante mucho tiempo, aportaron nuevos valores que alumbraron ese periodo mal conocido aún, pero rico forjador de cultura, que llamamos Edad Media. Los godos del este (ostrogodos) se dirigirán hacia Austria, mientras la trashumancia de los visigodos tendrá como destino final Hispania.
    La invasión de lo que actualmente se conoce como Turquía y las regiones adláteres del lejano Oriente, sigue una historia diferente por cuanto allí fueron los mongoles los que disolvieron los valores helenicoromanos que hasta entonces regían aquellas tierras junto, claro está, con los sedimentos persas, egipcios y judíos. En las comunidades mongolas proliferaban médicos competentes y expertos religiosos, además de hábiles administradores. La islamización choca ya con tierras transformadas por ese influjo bárbaro que les dotará, junto con el Islam, de una especial fisionomía.
    Giremos al este: la peculiar situación geográfica de China, rodeada de barreras naturales, la mantuvo aislada durante milenios de los grandes movimientos migratorios antes comentados, dando lugar a una civilización autónoma; no obstante, conoció incursiones nómadas de razas indoeuropeas, uralianas, turco-mongolas, tibetanas... la Gran Muralla no consiguió frenar la invasión mongol[18]. También aquí, los grandes ríos como el Amarillo, definen zonas estables de asentamientos. Su escritura apenas ha sufrido variación en tres mil años y, hace aproximadamente ese tiempo, su sociedad pasó del matriarcado al patriarcado. Ya por entonces dominaban la cría de gusanos de seda que dio lugar a una de las rutas comerciales más transitadas durante siglos[19], cuyas ciudades florecieron en torno a oasis atestados de caravanas.
    Hemos echado tan sólo una caprichosa mirada atrás pero, rastreando en las filas de estos conquistadores, podemos hallar huellas del espíritu nómada más allá de la tradición de una cultura o las vicisitudes climatológicas. La subjetividad ha ganado terreno, el deseo se individualiza y hay mayor espacio para la elección, en la medida en que se desarrolla la habilidad para encontrar recursos. Aún así, todavía el grupo de pertenencia marca en gran medida la trayectoria individual, queda mucho por recorrer para alcanzar un proyecto histórico de autonomía social e individual[20].
    Son curiosos los vaivenes que con el paso del tiempo dibujan los movimientos en masa del hombre. Por ejemplo, abandonar África sin saber aún que era su tierra de origen, nomadear por algo que llegaría a ser Eurasia sin echar raíces al principio en parte alguna, hasta que las circunstancias les procuraron el asentamiento. Volver a África, muchos siglos después, sin reconocerla como lo que siempre fue, la tierra de sus antepasados para, en lugar de ello, apropiársela enajenando con ello sus orígenes, convirtiendo la madre tierra en pretendida posesión sin otro derecho que una reciente conquista. Las oleadas de conquistas y reconquistas, más allá de la presión que ejercen unos pueblos sobre otros, ¿tendrán algo de retorno a lo primigenio -trazando un burdo paralelo-, del ansia nunca satisfecha en el individuo por tornar a la omnipotente fusión con la madre?, ¿qué tendría que añadir aquí el narcisismo de las pequeñas diferencias?, ¿se incauta lo ajeno o lo que se considera propio? La iniciativa que pone en marcha ambiciosas conquistas parte en muchos casos del capricho de un gobernante, más que de una estrategia al servicio de su pueblo.


    En América se detecta presencia humana desde hace unos 40.000 años; parece que el indio que allí llega tiene procedencia asiática, pero las culturas americanas son autóctonas e independientes. En la biblioteca clacso[21] dibujan el mapa de sus orígenes con una acogedora zona central de clima favorable donde se producen asentamientos, situada entre otras dos ocupadas por nómadas del sur (magallánicos, más arcaicos y con influencia de culturas subárticas) y del norte (californianos, tribus de la meseta, culturas también emparentadas con las de los esquimales).


Los grandes viajeros de la Edad Media a la Contemporánea

    Pero sigamos al Mediterráneo, clave en el trasiego que caracteriza distintas épocas; se perfilan tres momentos en función de su dominio: la Edad Antigua en la que es ejercido por Egipto, un segundo tiempo en el que corresponde a Persia, Grecia y Roma y, por último, la Edad Media en la que, junto a germanos y bizantinos, surge el mundo islámico surcando sus aguas.
    En el siglo VII, los árabes estaban agrupados en tribus -la mayor parte nómadas- dispersas e independientes, en continua lucha, que no reconocían ningún poder común. La relación entre las distintas tribus fue siempre inestable; luchas continuas que ensalzaban el honor y el valor guerreros, tanto como la poesía. Yemen servía de enlace entre las rutas marítimas y las de sus caravanas, las redes comerciales y religiosas se multiplican. Los sucesores de Mahoma se expanden a costa del Impero bizantino, el persa y, más tarde, Egipto. La rápida expansión del Islam parece favorecida por la creación de un Estado y el peculiar manejo de su régimen administrativo que, al respetar el de los pueblos invadidos, les permitía convertir en aliados a la mayoría de los aristócratas locales. La decadencia árabe se acentúa a partir del siglo X.
    El viento del norte insufló los navíos vikingos hace mil años; largos, flexibles y afilados, con gran velamen y poco calado, avanzaban deslizándose a gran velocidad sobre las olas. Aventureros, piratas[22] y comerciantes del norte de Europa, hombres libres que no reconocían ninguna autoridad hasta que las tribus empezaron a consolidarse; antes, no tenían una patria por la que morir, sólo dioses. Europa, dividida tras siglos de migraciones tribales, se mostró vulnerable y fue fácil esquilmar sus desprotegidas ciudades ribereñas, aunque también las enriquecieron con artesanos, mercaderes y poetas.
    El funcionamiento de Europa desde el oscurantismo de la Edad Media a la época moderna se basa en la movilidad[23]; la economía perfila polos de atracción como la necesidad de mano de obra. El antaño instinto que puso en marcha al homínido, va dejando paso a la pulsión cargada de representaciones de lo que espera al final de la aventura; el espíritu nómada se encarna ahora en comerciantes y guerreros. Para hablar de emigrantes en el sentido actual más restringido, habrá que esperar a que se instale el sistema de registro de bienes. La expansión de ultramar transformará la historia de los flujos de poblaciones ofreciendo por primera vez una perspectiva mundial.
    Las oleadas de vándalos, suevos o alanos llegarán a la Península Ibérica; anglos y sajones asaltarán por su parte las islas británicas, provocando la expulsión de los bretones. Tras batallas y saqueos, las colonizaciones se establecen en general a través del asentamiento de núcleos familiares. Lo costoso del proceso tendrá que ver no sólo con el desequilibrio de fuerzas, también la satisfacción de los pobladores del lugar con sus gobernantes les hará más o menos hospitalarios incidiendo en los acuerdos y tratados que se firmen para terminar la trifulca y repartir tierras.
    El ideal caballeresco y el espíritu de aventura encuentran en las Cruzadas (de 1095 a 1254) un excelente terreno para desplegarse con la excusa de liberar los Santos Lugares.
    El medievo ofrece un intrincado panorama de un Mediterráneo sembrado de prósperos puertos comerciales. Entre muchos otros, los fenicios; se establecieron en Cádiz, también junto al Éufrates, lugar estratégico entre Asia y África y lograron dar un fuerte empuje a su flota para exportar productos muy variados. Nunca formaron un Estado, en general funcionaban como entidades autónomas poco pobladas gobernadas por reyes que se consagraban más a los negocios que a la lucha. Sus descendientes en Cartago fueron más belicosos.
colonización fenicia
    De entre los grandes viajeros que recorren Asia conectando los dos mundos en el siglo XIII, parece obligado citar a Marco Polo, del que se dice que es el más famoso trotamundos de la historia[24]. Su odisea duró veinticuatro años y está recogida en El libro de las maravillas; allí puede leerse, por ejemplo, que las etnias minoritarias chinas ofrecían sus mujeres al extranjero ya que les consideraban personas distinguidas que aportarían a sus familias sangre nueva y un futuro mejor.
    Las migraciones desplegaron sociedades cada vez más complejas y alentaron con ello la expansión de idiomas; por otra parte, la magnitud que llegan a cobrar algunos imperios les impide el control de sus provincias, dando paso en la Europa occidental al feudalismo. Con él, vuelve a cultivarse la tierra una vez apaciguadas las invasiones y se desarrollan las corporaciones de artesanos. Los feudos, concesiones de tierra que llevan consigo la obligación de fidelidad y prestación de servicios, retienen a los campesinos pero intensifican hostilidades y fragmentan tierras. Son gobernados por su propietario, el señor feudal, juez y administrador de aquellos a los que protege a cambio de trabajo y quien cede a su vez tributos al monarca de turno. También la iglesia utilizará este sistema para proteger sus dominios.
    Tras la sociedad feudal aparecen las comunas y la cultura florece. Los Estados redistribuyen a los habitantes de sus territorios, ofreciendo, por ejemplo, privilegios a quienes se asienten en lugares despoblados. La idea de comunidad se extiende y en muchos casos se desplaza toda la unidad familiar[25]. Tanto el Imperio otomano como China organizan la emigración forzada; en el primer caso, de pueblos difíciles de controlar, en el segundo, para reforzar su frontera con los mongoles. Tras la Peste negra, el Estado interviene creando itinerarios que impiden la integración del emigrante en el orden social, provocando desórdenes y epidemias. Poblaciones marginales se envían a poblar nuevas y alejadas posesiones sometiéndolas en muchos casos a trabajos forzados. El número de esclavos movilizados desde África se calcula en más de quince millones.
    Las mezclas étnicas resultantes van incorporando avances logrados en condiciones dispares y territorios muy alejados entre sí. Hay profesiones que se ejercen sólo en algunas zonas geográficas (artistas y artesanos confluyen en torno a la construcción de catedrales y palacios; la minería tiene su propio itinerario...) y las guerras se nutren de mercenarios que no conocen fronteras. Quiero rescatar aquí un fragmento de la perspectiva que sobre nuestro tema ofrece Andrés Perea[26], investigador y arquitecto:
    “Siguiendo a Arnold Hauser, el tránsito del nomadismo al sedentarismo transformará el modo en que la humanidad se relaciona con el cosmos. De aquellos cazadores que practicaban la magia para que las fuerzas del universo les fueran propicias, a estos cosechadores que desarrollan relatos para justificar un orden moral o religioso, convenientemente jerarquizado, según el cual encontrar una posición personal y merecer compensa-ciones ultraterrenales.
    Magia versus religión, magia en el uso del Mandala como herramienta espacial fundacional para el entorno del hombre que, después de esa ceremonia mágica de trazas y trazados, construya la ciudad, el mercado, la plaza, calles, etc., donde transite su existencia en tiempo real feliz.
    La lectura que el Profesor Iñiguez hacía de La Alhambra de Granada (el Palacio Nazarí) partía de la con-dición nómada del linaje nazarí, y que ciertos atavismos, como el firmamento abierto, el techo permanente y estre-llado de la noche norteafricana, provocan alergia al pesado techo, plano o abovedado, de la arquitectura cristiana, y genera a cambio planos fragmentados en miles de relieves teselados y chapados de nácar (mocárabes), de modo que no sólo representa el firmamento estrellado del desierto, sino que impide reconstruir visualmente un plano definitorio o techo de esas salas. Sigue el Profesor Iñiguez describiendo el modo en que la arquitectura del palacio granadino añora la ligereza de las tiendas de donde provenían, en el modo en que estresan la ligereza de las columnas de mármol blanco (duplicadas, triplicadas e incluso cuadriplicadas) sobre las que apoyan las arquerías que cierran patios o dan tránsito a los salones interiores. Todo en la Alhambra es un canto al placer de la existencia.”
    Europa va adquiriendo perfiles singulares en un único universo. El sistema social se basa en el matrimonio y la burguesía se consolida. En la Antigüedad el padre ejercía el poder absoluto ocupando un lugar prestigioso, en la Edad Contemporánea, comienza el declive del concepto clásico de familia y disminuye su poder en la medida en que pasa a ser asimilado por la ley. La figura del padre, como la del anciano, cambian con el paso del tiempo y los que fueron investidos antaño de poder y sabiduría, ostentan hoy perfiles menos definidos que dificultan la necesaria identificación de los más jóvenes en el camino a la estructuración de su psiquismo.
    El oscurantismo de la Edad Media, da paso a la era Moderna: conectan viejo y nuevo mundo, surgen nacionalidades y comienza a enraizar el espíritu crítico del Renacimiento, desplegando creatividad en los más diversos campos. Hasta la Iglesia se verá cuestionada en esta época por el movimiento reformista, que se acompasa con batallas que adquieren nuevos perfiles (el guerrero a caballo supuso una gran innovación militar). Turcos y berberiscos se expanden, los regímenes absolutistas de las monarquías europeas muestran sus rivalidades y, tras Felipe II con su Armada Invencible, comienza la decadencia de nuestro imperio.
    El incipiente liberalismo económico que anuncia prosperidades, facilita la oportunidad de nuevas profesiones amparadas en el libre comercio que va a dejar sentir con la banca correspondiente -sobre  todo  en  Holanda y las ciudades estado de Italia-, una desigual distribución de riqueza y un endeudamiento progresivo de estados que, como el español, buscan en los préstamos el sostén de sus mercenarios. Las revoluciones del siglo XVII, se acallan con la victoria de la Ilustración (triunfo de la razón que condujo a la secularización del pensamiento y del estado, abriendo paso a la burguesía).
    Como venimos observando, la relativa quietud posibilita de nuevo importantes avances que cuestionan la firmeza de arcaicas convicciones en medicina, astronomía, física, filosofía, arte, teología... El cuerpo cobra reposo en sus permanentes batallas para dar paso al pensamiento científico que, a su vez, alumbrará nuevos conflictos y revueltas en un ciclo incesante. La ciencia puede por primera vez, sin la amenaza de la Iglesia, desplegar más audaces aventuras.
    La Revolución Francesa será punto de inflexión con una consecuencia irreversible: el imparable ascenso de la burguesía. El Romanticismo[27] del XIX introduce el concepto existencial de “ser en el mundo”; el culto al individuo y la filosofía de la naturaleza (Naturwissenschaft) conducen al concepto de inconsciente como fundamento del ser humano que se afianza con el positivismo.
    Ya en el siglo XX, en el terreno político, la Paz Armada y alianzas como la Triple Entente, establecen estados nacionales que dibujan fronteras cada vez menos propicias para las grandes trashumancias de antaño. El mapa recién dibujado se vuelve celoso de sus límites y no permite esos tránsitos a que los grandes imperios nos tenían acostumbrados.


El rastro nómada en un Mundo Global tejido por barreras


    Hace ya tiempo que los Estados sedentarios y telúricos detentan la autoridad; el nomadismo está en regresión, salvo en algún pequeño reducto. Estos nativos cazadores, recolectores y pescadores, con héroes, chamanes, dioses y mitos como compañeros de viaje, constituyeron culturas periféricas y se desplazaron hasta ser arrinconados por aquellos que se asentaron. Sus modos de producción eran simples y, al escasear el comercio de caravanas, los nómadas se empobrecen y las dificultades para transmitir su tradición[28] cada vez son mayores en una población envejecida.
    La evolución es lenta y entre tanto ya comentamos cómo surge el semi-nomadismo o trashumancia, con viviendas permanentes y pastoreo en una época definida del año. Los conflictos bélicos ligados al dominio del territorio son cada vez más frecuentes y ponen en peligro su subsistencia; cuando no se logra el dominio con negociaciones, se recurrirá sin rubor a la fuerza[29].
    Trazar la historia de un pueblo nómada no es fácil y aleja del sujeto concreto al que tornaremos tras este mapa orientativo. Arqueología dudosa y relatos orales recogidos a través de la escritura de sociedades sedentarias, permitieron recoger la huella de estos pueblos cuidadosos con un entorno que les abasteció para sobrevivir.
    Migraban los pueblos, establecidas las barreras actuales, lo hacen los individuos... Trotamundos, viajero, explorador, peregrino... ¿qué busca el sujeto actual fuera de su entorno?, ¿quién es el turista?, ¿de dónde procede el ansia de conocer otras tierras?
    La gran aventura de la vida humana empezó en África a partir de unos cientos de cazadores que comenzaron a dispersarse hace 60.000 años; hoy tienen más de seis mil millones de descendientes abigarrados en zonas productivas. Avances técnicos, concentración de finanzas, son algunos de los aspectos que acarrean la regulación de flujos migratorios.
    Las ciudades fueron siempre y continúan siendo el lugar por excelencia de la cultura inmigratoria.     Las ciudades “son aquellos lugares a los que las personas pertenecen no por nacimiento, no por sangre, sino por residencia, por ciudadanía. Las ciudades han inventado la ciudadanía” reflexiona Anna Cabré[30]. El ciudadano tiene derecho de ciudad, derecho a residir en ella
    Desde la revolución industrial, los medios de comunicación invitan a buscar mejores condiciones de vida -en ocasiones mitificadas- en otros lugares; el éxodo rural a la gran ciudad arraiga. Países tercermundistas arrojan oleadas de hambrientos emprendedores; también nacionalismos y genocidios fuerzan exilios por persecuciones políticas[31].
Nómadas Europa

    Con todo lo que hemos apenas señalado a vuela pluma queda claro que, a excepción de alguna etnia trashumante que ha conservado rasgos de una identidad más lejana, Europa no deja de ser el emergente de un mosaico de pueblos, ya que no de razas, donde resulta patética la pretensión de pureza de un origen, cualesquiera que este fuere. Viejo sueño de todos los pueblos y que singularmente los hoy alemanes (Alles-mann, todos los hombres) hicieron sinónimo de su propia identidad de grupo bárbaro migrante a Centro Europa. ¿Qué decir de los anglos, los sajones, que desde la zona del Hamburgo actual emigran a Britania y pretenden la nacionalidad suprema de esas islas, antes habitadas por pictos y posteriormente por normandos (nord-mann), esos lejanos “hombres del norte”, que previamente se habían afincado en la conocida por nosotros Normandía para luego, a través de Guillermo el Conquistador, instituirse en fundadores de la moderna Inglaterra (tierra de los anglos)? ¿Qué decir por fin de Hispania, antes Iberia, habitada por iberos y celtas[32], luego por fenicios, pero también por várdulos, caristios, vascones y tartesos, después por suevos, vándalos, alanos, emigrantes de la antigua Grecia y de la más moderna península Itálica, y luego de los visigodos, para dejar paso más tarde a la inyección humana de la vieja Siria, allende el otro extremo del Mediterráneo, de los persas islamizados –hoy abasidas-, otrora adoradores del fuego y, sin duda, de las tribus beréberes que penetraron, se asentaron murieron y nacieron en nuestro país?
    El término beréber, tomado del latín por los árabes, pierde pronto su sentido primitivo de “extranjero en la civilización greco-romana”. La acepción rigurosa designa un grupo lingüístico norte-africano, conjunto de tribus cuyos dialectos comparten un origen común[33], la lengua beréber, aunque esta no sea oficial en ningún Estado y nunca haya alcanzado el rango de lengua escrita. Probablemente venidos del Asia Central, a partir del segundo milenio a. de C., por oleadas migratorias sucesivas, constituyeron la base étnica de la población norteafricana y de las islas Canarias. En cuanto a la civilización beréber, es descrita por Charles-Robert Ageron[34] como sigue: gente de espíritu independiente, extremistas y puritanos, cuya conversión al Islam no fue fácil.     El derecho beréber se caracteriza por un voto o compromiso colectivo y la utilización de reglas y multas conocidas como lqanun. Jueces árbitros y asambleas populares se hacen cargo de la jurisdicción. La política se apoya en vínculos de sangre, reales o ficticios; han conocido aristocracia, teocracia y monarquía. En cuanto a su organización social, utilizan servicios colectivos y graneros comunitarios. Su literatura oral se reduce a fábulas de animales, cuentos guerreros y canciones tradicionales.
    En el mundo contemporáneo, la globalidad alcanza asimismo a la migración y, con ella, observamos un curioso entrecruce de culturas que ora engulle, ora distorsiona o enriquece el panorama. Muchos de los mecanismos nómadas siguen vigentes, pero se añaden nuevos factores.
Si hay algo parecido a identidad grupal una vez relatadas, siquiera sea de manera somera, estas incontenibles corrientes migratorias que acontecieron por diversos motivos y que llevaron a diferentes resultados, sólo será posible a través de la idea de Emergencia[35]. Es la única vía posible para sustituir la tersa unidad de un origen de raza no contaminada y de una mismidad adquirida sólo desde los superficiales y efímeros resultados del poder de una época histórica determinada, que se autoinstituye como hegemónica.
    Conforme operan avances técnicos, la concentración financiera focaliza la actividad industrial y hacia allí se orientan los campos migratorios, junto a las grandes ciudades. Los nudos de comunicación a nivel intercontinental se agilizan y la Sociedad de Naciones plantea la necesidad de formular normas sobre el control sanitario o los derechos sociales de los emigrantes, manteniendo un saldo migratorio equilibrado con ciclos en función de los contratos disponibles. Las administraciones se encargan de regular los documentos nacionales que acreditan la identidad y algunos países exigen pasaporte incluso para migraciones internas. Junto al derecho de asilo se abre paso el de reagrupamiento familiar.
    Las persecuciones religiosas o políticas continúan, la presión de las minorías étnicas provoca éxodos y los totalitarismos refuerzan sentimientos racistas que conducen a prácticas genocidas, deportaciones o concentración en reservas...
    Economía, ciencia, estudios, deporte, ocio, todo invita a desplazarse, pero cada vez hay mayor desigualdad social y económica; el azaroso lugar de nacimiento marca el destino de un sujeto, su esperanza de vida (de treinta y ocho a setenta y nueve años) y el tipo de viaje que emprenderá.     Subdesarrollo, hambre y miseria hacen que la vida valga muy poco y se arriesgue insensatamente en migraciones temerarias en busca de “el Dorado”, bien alejados de la moderna locomoción que caracteriza al próspero comercio internacional.
    Como dijimos, se retiene con fronteras a los pueblos, no a los sujetos; aunque al no poder moverse el sujeto con su pueblo, pierde su pertenencia nacional sin devenir con ello ciudadano del mundo como contrapartida. Pero el hombre logra, una vez más, vencer las barreras que se le imponen, para seguir desplazándose. Restringido el espacio físico, se abre ante el sujeto del siglo XXI un mundo virtual como alternativa. El desplazamiento es instantáneo, a salvo de fenómenos atmosféricos, pero engañoso. El grado de libertad conquistado trae consigo una falsa sensación de autonomía al desplazar las pulsiones primarias a un mundo más abstracto donde todo está en sordina. Se gana libertad abstracta a costa de perder libertad concreta, es un universo que no conoce olores, tacto ni sabor; no duele, pero restringe el placer.
    Con el psicoanálisis se emprende otra importante aventura de cariz bien distinto, al encuentro con uno mismo en busca de mayor grado de autonomía y libertad. Aquí el movimiento es intrapsíquico, investimientos, pulsiones y representaciones bullen combatiendo con resistencias para reorganizarse.
    También la tendencia de la pareja actual tiene algo de nómada, si se nos permite utilizar el término en sentido figurado; el deseo es interpretado como dependencia y esta no es bien vista en un mundo que ensalza una pretendida autonomía con el espejismo de libertad ilusoria, aunque acarree en muchos casos un doloroso sentimiento de soledad y vacío. El objeto nunca dejará de ser necesario, lo es el actual y lo sigue siendo el primigenio velado tras él. Como afirma J. D. Nasio[36]: “El objeto amado excita nuestro deseo porque no puede satisfacerlo plenamente, la insatisfacción es necesaria para relanzar el deseo”.
    Lo que urge la sociedad occidental es satisfacción y éxito[37], pero el objeto original y legítimo de la política no es la felicidad sino la libertad, recuerda Castoriadis[38]. Libertad que implica un individuo social con capacidad reflexiva[39] y de deliberación, con posibilidad de valorar lo que se le ofrece a partir de una serie de reglas o leyes estables como marco de referencia.


El drama actual del emigrante frente al trotamundos


Anomia y migración

    Anomia: sin ley. ¿A qué ley acogerse cuando el sentimiento de pertenencia se desdibuja, cuando la identidad está tratando de reubicarse entre el reciente pasado y un cercano futuro inquietante? Guyau la contrapone a autonomía en sentido kantiano[40]; paradoja del migrante que, llevando todo consigo, carece de la libertad que parecería que esta circunstancia puede ofrecer. Otra forma de entenderlo: la ausencia de un marco social estable no conduce a la felicidad sino a la desmoralización; la anomia surge cuando la sociedad deja de ejercer una función reguladora sobre las pasiones. Así podría sintetizarse el concepto definido por Durkheim[41]. Perspectiva social en este, que ciñe al individuo a contemplar sus aspiraciones en el marco de un conjunto de reglas y presiones sociales.
    El ser humano puede vivir en una tierra sin límites apoyándose en los valores del grupo; los pueblos nómadas se han aferrado, para sobrevivir, a códigos y normas muy estrictos (los gitanos dan buena muestra de ello, su cerrada organización social no parece abonar la situación de anomia). El emigrante, transterrado a su pesar, porque el suelo del que forma parte le es hostil, resulta sin embargo muy vulnerable en este sentido: mientras el nómada hace del no afincarse un credo, quien migra debe abandonar el suyo, ignorando todo sobre la cultura que caracteriza su destino.
    Nos permitimos este pequeño inciso para introducir la forma en que W. Thomas y F. Znaniecki[42] aplican el concepto a la emigración, a través de las nociones de desmoralización y desorganización social. En sus estudios sobre inmigrantes polacos en Norteamérica, observan la desorganización social de las familias y, correlativamente, la desmoralización y violencia de sujetos cuya vida está desprovista de metas. Argumentan que los rápidos cambios a que estamos actualmente sometidos, dejan obsoletas a gran velocidad las reglas tradicionales; esta etapa de transición, con normas mal definidas, puede llevar a la desmoralización descrita por Durkheim que, a su vez, conduce a un deterioro, dicen, de las instituciones.
    El concepto durkheniano[43] caracteriza la situación en la que se encuentran los individuos cuando las reglas sociales que regulan su conducta pierden poder, son incompatibles entre sí, o se ven minadas por cambios sociales y deben ceder su lugar a otras. La inestabilidad trae consigo desengaño y frustración; pero lo que conduce a este colapso es de un calado muy complejo, no sólo atañe a una estructura social incapaz de proveer al individuo de los medios necesarios para alcanzar metas que le exige lograr, al tiempo que le condena a sentirse fracasado si no lo consigue. Se supone que la anomia es un colapso de gobernabilidad por no poder controlar el escenario emergente de alienación de una subcultura, lo que provoca una situación desorganizada, un comportamiento asocial.
    En cuanto a la migración, si las reglas que regían la comunidad de origen perseveran en la unidad de acogida, la adaptación se facilita. En otros casos, los guetos proveen de referentes y sirven de refugio inicial; esta integración puede preservar de la desmoralización a la que aludimos, pero conduce a la marginación en la sociedad de acogida. El migrante pertenece a dos mundos y vive en tensión entre ellos; regresar es un proyecto, pero el deseo por arraigar en el lugar de destino también se abre paso. La voluntad de cambio debería conllevar la de conocer y asumir las nuevas reglas para encarar conflictos sin verse obligado a perder lazos con el origen. Si el nuevo sistema de reglas no logra imponerse, se produce caos y desánimo; en las fases de transición es fácil observar una conducta errática que refuerza conflictos tanto intrapsíquicos como entre subgrupos. La identidad de una sociedad inmigratoria sana se ve sometida a una evolución permanente.
    Degustar la nueva cultura y conciliar con ella trazas del disfrute o el dolor de antaño, puede no ser mala fórmula para que arraigue el sentimiento de pertenencia que puede poner a salvo de la anomia. Aquí la responsabilidad recae en el sujeto, es difícil resolver la sempiterna dicotomía individuo-sociedad.
    Recurro a los elementos que Pichón Rivière considera condicionan el cambio, para proponer un divertimento como “vacuna antianomia” en unas supuestas condiciones ideales: lograda la pertenencia, surgirán empatía y comunicación; queda esclarecer una tarea y el aprendizaje se pondrá en marcha a través de la cooperación, de forma que la acción resultante sea pertinente.
    O también: “El hecho de anomia se sitúa allí donde, de una manera brutal, inspirada, se establecen cortocircuitos entre diversos discursos –político, literario, etc.- provocando configuraciones inéditas, aún no conceptualizadas y siempre perecederas”; así lo expresó Duvignaud[44].


Migrar con el grupo de pertenencia o con el grupo imaginario

    Frente a las duras condiciones externas que han marcado la trayectoria de los nómadas de todos los tiempos, la solidez de su grupo de pertenencia, el hecho de viajar en el marco de una cultura cumpliendo una tradición, ofrecía contención suficiente para salir indemnes de muchos peligros; pensemos en el Sinaí de Moisés.
    Nada que ver con la aventura que emprende el emigrante actual. Los grupos que acompañan a la hora de atravesar fronteras, tienen muy distinto perfil. En lo real, compañeros que compiten en la lucha por la supervivencia (no sólo los gidos –guías– roban y engañan); en lo imaginario dos polos: en el origen, la familia que espera y depositó sus expectativas de cambio en él; en la meta, ilusiones y miedo ante un mundo desconocido al que enfrentarse. Flota en el aire un sentimiento ambiguo: se van los jóvenes y fuertes, pero si no regresan, ¿quién levanta el país de origen? Salir adelante o llevar patrimonio a la tierra madre... Y, entre tanto, quedan a veces anclados en fuwais[45] -lugares en el camino no buscados- y con un precario sentimiento de identidad; en muchos casos es vital no revelar en el camino la procedencia ni el nombre real.
    “Dejar nuestro nombre, ese que hace que aquí seamos gente que se respeta porque conocen la historia de nuestra familia... donde vamos no seremos nada. Pobres sin historia, sin dinero.”[46]
    Otra cosa es el apátrida que no posee nacionalidad[47]; ningún Estado le protege ni está sometido a ninguna legislación. No todos los refugiados son apátridas aunque así se les considere a veces. Pudo perder la nacionalidad o nacer sin ella y reducirse la filiación al vínculo de sangre. Las reglas de derecho internacional sólo se aplican al extranjero que posee nacionalidad, aunque pueden darse excepciones. Los apátridas “adoptan el estatuto de los proscritos medievales en el mundo moderno” (Hannah Arendt). El Consejo de la ONU, tras estudiar su problema, creó un estatuto para ellos, pero esto no evita que la ilegalidad sea aprovechada por el mercado laboral para explotarlos. “Sin papeles” hacen trabajos necesarios y que nadie quiere en países desarrollados, su ilegalidad favorece el chantaje.
    La prensa se ve salpicada todos los días por breves noticias de este porte: Rosarno (en Calabria): 2.500 subsaharianos temporeros vivían en una vieja fábrica en tiendas de campaña sin agua, luz, ni baños, a cambio de 25€ diarios a jornada completa. El párroco dice que es una guerra de pobres contra pobres; no hay estado, manda la mafia. A los africanos les cuesta más que a los búlgaros integrarse. Recordemos que cuando se alude a emigrantes africanos, es muy frecuente olvidar que se hace referencia a un continente en el que cada país, cada clan, cada familia, posee una cultura y reglas propias.
    2.000 sin papeles instalados en un edificio vacío de París celebran cada miércoles su “marcha de protesta de los sans-papiers”, en Francia no se esconden. (Ulrich Beck). En París, junto al bulevar Barbés, se encuentra el mercado Dejean en el que puede encontrarse pescado de Senegal, cerveza de Costa de Marfil o zumo de fruta de Togo; es un histórico barrio africano que fue también lugar de acogida para inmigrantes asiáticos y europeos.
Steven Johnson, de veintiséis años, después de pasar dos en Europa, reconoce que estaba mejor en África, “esto es insoportable, salí siendo un niño, había guerra en mi país... oí que los italianos recibían refugiados políticos, pero me atacaron y ahora me tengo que ir pero no sé dónde está mi familia”.
    Morir por miedo a ser expulsado: Kadero, un argelino sin papeles de diecinueve años, se ahoga en la ría de Bilbao al huir de la policía. No tenía antecedentes penales, había llegado en patera a Andalucía. Vino sin mucha necesidad, dijeron los padres.
Nuestros hijos serán hijos de inmigrantes allí donde estemos... pero sus hijos estarán a salvo, lo sé. Es así, hacen falta tres generaciones... Lo más duro no es para nosotros que tendremos la memoria... nuestros hijos no tendrán esas armas”. Nuestra lengua les dará vergüenza, nuestra vestimenta, nuestro acento. Querrán esconderse de nosotros. [Jamal a su hermano Soleiman][48]
    Las relaciones afectivas dan pie a mapas cada vez más complejos: familias de condición mixta (con y sin papeles, de distinta nacionalidad), inmigrantes ilegales que tienen hijos siendo ilegales... curiosamente puede ser el hijo con la nueva nacionalidad quien más añore y desee volver a la tierra de sus ancestros.
    La pobreza cobra relieve en medio de la abundancia. Se invierten sumas considerables en políticas sociales pero fracasan por su organización interna, por las reglas de mercado... la miseria choca con trabas irracionales que no permiten reconocer al otro como semejante con los mismos derechos, venga de donde venga y tenga el credo o ideología que tenga. Tampoco se tienen en cuenta los títulos universitarios si no es tras laboriosísimas convalidaciones obstaculizadas por mil trámites contradictorios. La abolición de la pobreza presupone el derecho de todo individuo a ser admitido por otro, pero los vagabundos, nómadas o emigrantes, se ven condenados a la exclusión, no son productivos.
    España, Irlanda o Italia, son países de emigrantes que, desde 1999, han visto incrementar su población extranjera de 750.000 a más de cinco millones en 2008. En los restos de la muralla de Berlín hoy se superponen pósters y grafitis que componen una segunda piel testimonio de nuevas historias de extraños ciudadanos. Kreuzberg (la montaña de la cruz), uno de los barrios más multiculturales del mundo[49], desde hace siglos viene siendo lugar de tránsito de variopintos grupos de población de casi doscientas nacionalidades; marginados, bohemios y bulliciosos, no gratos en otras latitudes, conviven en paz en pleno corazón de Alemania.


Últimos nómadas


    Sobreviven escudriñando lugares cada vez más inhóspitos o en reservas menguantes y amenazados por la potestad de un estado frente al que nada puede su autoridad ancestral. ¿Tendrán que renunciar a su identidad para vivir?
     Los hadza, no cultivan la tierra, no crían ganado y viven sin reglas ni calendarios. Llevan una existencia de cazadores-recolectores en Tanzania que apenas ha cambiado en 10.000 años. El anciano Onwas relató su biografía a Michael Finkel[50] a través de las cicatrices que le cubren brazos y torso (cacerías, mordeduras de serpientes, cuchillos, flechas, espinas...). Siempre están en marcha: antaño se movían libremente por un área de más de 10.000 Km2, sólo conservan la cuarta parte de sus tierras nativas. Mantienen una lengua no relacionada con ninguna otra y, a su través, puede vislumbrarse cómo se vivía antes del nacimiento de la agricultura. No practican la guerra y su pequeña densidad de población no está amenazada por brotes infecciosos. Se mantienen porque su territorio nunca fue un lugar atractivo: suelo salino donde escasea el agua dulce, bichos insoportables, nadie quiere vivir allí.
    En Níger, los wodaabe son un pueblo resistente que, a pesar de las duras condiciones que aguanta, es alegre, bromista y dedica mucho tiempo a realzar la belleza masculina. Excavan a mano pozos que sirven a modo de precarios oasis para sus ovejas y  cebúes, se trasladan constantemente con temperaturas que alcanzan los 50º y viven dispersos acampando en empalizadas semicirculares de ramas secas y espinosas. Mantienen un sinfín de tabúes del pasado que conciernen en lo fundamental a las relaciones sociales.
    La minoría magiar se ha visto recientemente amparada por una ley aprobada por el Parlamento de Hungría (el 26 de mayo) que les concede la nacionalidad[51]. El tema inquieta a los países limítrofes (Rumania, Serbia y Ucrania) donde quedaron más de tres millones de magiares por la pérdida de territorio tras la I Guerra Mundial, ya que en un par de décadas, el gobierno de Budapest podría intentar cambiar las lindes en función del principio étnico.
En la India quedan 80 millones de nómadas identificados en unos quinientos grupos sin unidad de casta, idioma ni región. Los gadulia lohar[52] forjaban las armas de reyes hindúes, pero todo cambió con la ley de vagos y maleantes impuesta por los administradores británicos en el siglo XIX que veía en aquella gente de lengua romaní y tez oscura, a delincuentes y corruptos; aquellos grandes herreros, que otorgaban valor a su artesanía en la medida en que se lo daban a su identidad, hoy son hojalateros o domadores de osos. Los lohar, al ser derrotados por los rajputs, poderosos guerreros de casta alta, juraron que “nunca volverían a hacer noche en una aldea, encender una lámpara después del anochecer, ni usar una cuerda para sacar agua de un pozo”, sintiéndose condenados a una vida de trashumancia y sacrificio. También se puede tropezar en la zona con itinerantes pastores de búfalos que sortean carreteras y solares tapiados para lograr algo de pasto en época de lluvias; la estación seca les obliga a detenerse en alguna tierra cuyo dueño les dará una miseria por cavar o trasquilar ovejas. Los qalandari viajan con sus osos y monos amaestrados, los nats son acróbatas y los kanjar curanderos. El estigma de criminalidad todavía acompaña hoy a los gitanos.
    A pesar de las duras condiciones de la tundra siberiana, los nenet (antes samoyedos) viven en ellas con sus renos desde hace miles de años; en la actualidad, intereses de la industria capitalista por la que podría ser la mayor reserva de gas natural del mundo, pueden poner en peligro su existencia. Fen Montaigne siguió la caravana de Serotetta con tres generaciones de su familia, siendo testigo de cómo las mujeres montan y desmontan el chum o tienda familiar y encienden el fuego; sus rebaños de renos pastan en verano sobre enormes yacimientos de gas. Migran anualmente desde el refugio de los bosques nórdicos a la desnuda tundra de Yamal, por encima del círculo polar ártico donde los renos se aparearán y tendrán a crías. Todavía trashuman cerca de 10.000 nenets, orgullosos de la identidad que respalda una tradición de cientos de años; con calma, cuidándose del sol, porque como reza un refrán nenet: “aquellos que tienen prisa en la tundra, tienen prisa por morir”. Las nuevas generaciones están obligadas a asistir a la escuela gran parte del año, luego tendrán que elegir entre seguir su tradición o incorporarse a la Rusia actual. En Finlandia los sami ya siguen a sus renos en vehículos, otros dejaron de trashumar.
    Grandes tribus guerreras se han visto trasladadas a reasentamientos al descubrirse diamantes en su reserva; allí se aferran a sus tradiciones como única posesión. Al irse reduciendo el territorio en el que les es permitido cazar, los bosquimanos de África meridional se ofrecen como atracción turística para sobrevivir[53]; también han tenido que añadir apellido a sus nombres para poder rellenar formularios (Tchilxo se añadió Xamsed y ahora es “León sin suerte”).
    Difieren la lengua, la raza y sus costumbres, pero tienen en común la economía pastoril y el rechazo por las civilizaciones urbanas, la antaño cultura de la azada.
    El nomadismo se encuentra cada vez más constreñido; como argumento, problemas de censo que esconden en muchos casos aspectos de xenofobia. Otro tanto podríamos decir del desarraigo del emigrante, al que muchos asocian con problemas de delincuencia y que, marginado, se refugia en comunidades que dificultan la integración en una nueva cultura. Según Mapahumano, existen en la actualidad 40 millones de nómadas (en Chile, Colombia, Venezuela, Brasil, Medio Oriente, Groenlandia, México, Sahara, los tuaregs en Europa, Siberia, Mongolia, Kenia, Mauritania y Nepal) “que se desplazan en busca de pastos y agua, a veces en larguísimas travesías. Es la única forma de supervivencia de los climas más extremos, la misma que hace 500 años”.
    También hay médicos con vocación nómada como, por ejemplo, el doctor Rueda en los Andes peruanos, que reparte educación junto a primeros auxilios. Más estructuradas, organizaciones no gubernamentales ofrecen una digna alternativa a aquellos que no se resignan a ser meros testigos de tanta desigualdad; es otra vertiente de la migración.


El necesario retorno –real o imaginario-


    Cuando nuestros ancestros dejaron el Valle del Rift, todo estaba por construirse, incluso el rico potencial que caracteriza el psiquismo de nuestra especie. Entonces, el precario lenguaje resultaba eficaz instrumento de comunicación, pero todavía faltaba madurez para que la estructura lingüística permitiera rememorar y las representaciones adquirieran el grado de abstracción que luego alcanzarían. En aquel entonces imperaba el presente, la ocurrencia feliz frente a la adversidad del momento. Lo que quedaba atrás (tierras, posesiones, muertos...) debía ceder con urgencia espacio a novedosas ofertas de la realidad externa y a la propuesta de adaptación que brindaba su psiquismo.
    Para los primeros nómadas, moverse en grupo pudo hacer menos dolorosas las pérdidas y menos necesaria la elaboración de su duelo; iban tras el sustento y formaban con el mismo una totalidad. El auténtico nómada lleva sus duelos consigo, caso distinto es el emigrante que pierde sus raíces y, con ellas, muchos de sus objetos investidos.
    Migrar es un concepto vago, abarca cualquier forma de viaje que puede estar unido a grandes acontecimientos (religiones, guerras, catástrofes naturales) o deseos individuales. El hambre obliga a caminar, también la paz o el deseo de colonizar tierras lejanas. La migración puede resultar peligrosa, forzada, deseada... no es una mera cuestión lógica a partir de la adversidad. Creencias, situación personal, relación del país de origen con otras naciones (en el pasado y en el presente), rutas preestablecidas... la decisión y el destino se ven sobredeterminados; también los avatares de lo vivido en el proceso, marcarán el deseo o la necesidad de retorno.
    Ninguna barrera es fácil de atravesar, necesariamente hay que abandonar algo tras de sí, “hay que arrancarse la piel para dejar el propio país... todas las fronteras hieren”[54]. Y las cicatrices recuerdan lo que se abandonó; la culpa abruma, amenaza el sentimiento de deslealtad con los que quedaron (personas concretas o pueblo). Entre los africanos que emigran, es frecuente el deseo de regresar a la pobreza de su tierra para poner en marcha ambiciosos planes (escuelas, hospitales...), proyecto que quedará relegado en muchos casos como consuelo de un exilio perpetuo; la idea de regresar es un mito que ayuda a seguir luchando, sirve para no perder –al menos en lo imaginario- el contacto con lo que se dejó. Puede endulzar momentos de soledad y proveer del afecto que no se encuentra en el mundo real.
Claro que el añorado regreso también se abre paso en ocasiones de forma impulsiva, en otras largo tiempo programada. “La migración exige recrear cosas básicas, fundamentales, que se creían hechas de una vez y para siempre... todo esto demanda mucho esfuerzo psíquico... pero nunca será uno de ellos... entonces suelen comenzar a rondar las fantasías de retorno al propio país, buscando recuperar el arraigo perdido”.[55]
El regreso quizá resulte una nueva migración. “Tras la apariencia relativamente estable del mundo, la gente se desplaza, silenciosamente” apunta Michael Parfit, testigo de cómo 450.000 refugiados ruandeses extenuados, avanzaban en silencio; regresaban de los campos de Tanzania –que abandonaron en menos de una semana- a su país natal, en diciembre de 1996. Años antes, quince millones de hindúes, sikh y musulmanes fueron desplazados entre India y Pakistán al partirse el continente en 1947. Habría tantos ejemplos...
“Partir es partirse... lo imposible que resulta partir por entero, completo.” [56]
León y Rebeca Grinberg observan que los jóvenes migran con más soltura, no sólo por flexibilidad frente a los cambios, también porque los padres permanecen y siempre se puede volver. Añadiríamos que no conviene olvidar el talante inquieto y emprendedor que acompasa los pocos años y las utopías clásicas de la edad: “el mundo les pertenece”, el punto de partida no puede por tanto seducir como destino.
Existe un perfil peculiar de migraciones, las temporales. Fechas concretas marcan el momento de volver tras cumplir objetivos de estudio o trabajo. Aquí no hay desarraigo, la identidad no se resquebraja ante un destino notoriamente incierto, aunque sí comparte el miedo al fracaso, la primera confrontación con el hecho de ser peculiar, la no integración como posible salida; en este caso, quizá surjan recursos desde la solidez de una estructura psíquica acabada o, tal vez, se quede capturado en un movimiento regresivo que ponga en marcha añoranza o rabia. La exclusión es, a fin de cuentas, una raíz de la violencia. El hombre “global”, inmerso en tal magnitud de culturas, puede creer en su omnipotencia encontrarse a sí mismo en una especie de mestizaje universal; sería la otra cara del racismo y, ninguna de las dos alternativas parece respetar la diferencia sujeto/objeto necesaria para lograr el vínculo. Perderse en la cultura de acogida rechazando las raíces, puede empequeñecer tanto como aferrarse a su tradición pretendiendo utópicamente un retorno “sin contaminaciones”.
Tener un código de comunicación no asequible al diálogo, puede acarrear frustración y rabia. El contexto impone un nuevo aprendizaje que será más o menos arduo en función de las condiciones en que deba producirse (urgencia por adaptarse, rechazo a lo que se dejó o negativa a integrarse en una cultura que se mitificó en la partida y ha decepcionado). La necesidad hace que la comprensión del nuevo idioma se acelere, luego habrá ocasiones en las que simular ignorancia permita esquivar un momento comprometido.
Los movimientos migratorios aumentan conforme lo hacen las condiciones adversas de un lado y la incitación al consumo por otro. La increíble cantidad de dinero que circula por el globo remitida por emigrantes, conforma una red organizada que une el mundo y refleja tanto añoranza o culpa como éxito en la misión que se emprendió. Los intereses se multiplican y en algunos países se favorece la permanencia del que migró; en estos casos, la segunda y tercera generación ya no hablará de pérdidas o desarraigo, el posible regreso se realizaría en busca de una novela biográfica que rellene la historia imaginaria urdida hasta entonces de retazos.
    La cultura se mueve con su gente pero no siempre se consigue la integración cultural con el lugar de acogida. El conflicto cultural ¿lo es entre culturas o entre grupos concretos? La cultura que nos acoge al nacer se mantiene a modo de envoltorio narcisista identitario. Voz de la madre que envuelve Cuando la madre habla es un individuo social, habla la lengua de una sociedad concreta que conlleva específicos significados imaginarios, es portavoz de miles de generaciones que la antecedieron; la madre es la primera –y masiva- representante de la sociedad para el recién nacido. Interiorizar la representación del objeto madre, es lo que permite al niño los primeros ensayos de alejamiento y el retorno en su búsqueda. Pequeña migración que para su protagonista es hazaña prodigiosa.
    Pero al referirme a la necesidad de un retorno, aludía también a la recuperación de un pasado, de una historia que relatarse sobre sí mismo sin la que un sujeto no puede establecer vínculos. Incorporar a través de representaciones aquello que nunca dejó de formar parte de sí aunque así se experimentara. No es en el lugar de origen donde la identidad conseguirá elementos para reestructurarse tras el desgarro, la mente batalla incrédula y es dentro de sí, donde una vez asumidas las ambivalencias, hallará reposo para continuar su trayecto vital vencido el extrañamiento. Entonces cabe ya cualquier destino...

     “Le invadió una profunda calma... lo único que contaba para él era que había encontrado lo que haría en adelante. De ciudad en ciudad, de país en país, no sería más que una sombra que da valor a los hombres. La estatua viva a cuyos pies se depositan ofrendas para pedir clemencia a los dioses... como un brahman silencioso. Se convirtió en la sombra de Massambalo.”[57]

 





[1] Doctora en psicología (especialista clínica). Psicoanalista miembro de Espace Analytique. Presidenta de SEGPA.
[2] “Una criatura que no conocemos pudo traer un nuevo linaje humano desde África y lo hizo hace menos de un millón de años” (Svante Pääbo, noticia del 25 de marzo de 2010 en diversos medios de prensa). Se está trabajando a partir del análisis genético de un fragmento del meñique de un niño siberiano de 48.000 o 30.000 años; todavía no puede considerarse nueva especie a pesar de observarse más de 400 diferencias con el ADN mitocondrial de neandertales y cromañones.
[3] (1956) A. Carpentier, Los pasos perdidos. La Habana, Ed. Arte y Literatura, 1974 (p.192).
[4] Cultura trae consigo contracepción. África desprecia a la mujer que no tiene hijos y en Bangladesh, se arrojan recién nacidas a contenedores.
[5] En el National Geographic de octubre de 1998.
[6] Diccionario Cuervo.
[7] Dejamos al margen el relato en el Génesis del exilio de Adán y Eva del Paraiso al mundo regido por el trabajo.
[8] (2004) Irène Némirovsky en Suite francesa, ed. Salamandra, Barcelona, 2005, p.84.
[9] I. Sanfeliu (2004): “Clan, tribu, familia: génesis de la subjetividad y el conflicto”, en ...Y el grupo creó al hombre (coautora). Madrid, Biblioteca Nueva.
[10] Datos recogidos de Xavier de Planhol en la Enciclopedia Universalis.
[11] Regado por Tigris y Éufrates, testigos del esplendor de grandes pueblos y que hoy contemplan el horror de Irak.
[12] Su forma de afianzar conquistas pone en movimiento un intercambio de poblaciones: llevan a Asiria a los altos cargos de los países conquistados y envían a su gente a poblar los nuevos territorios. El pueblo asirio sometió a los arameos, seminómadas aficionados a las correrías durante siglos.
[13] Diversas tribus nómadas se hallan en su origen.
[14] Actualmente uno de los ríos más amenazados del mundo, se calcula que en cincuenta años podría llegar a desaparecer.
[15] Sólo en raras ocasiones la violencia caracterizó las corrientes migratorias de estas poblaciones. Nativos del norte y del este buscan tierras más fértiles en el sur y las guerras civiles en la frontera norte romana facilitan su incursión.
[16] Que ya empiezan a matizar diferencias de cultura entre ostrogodos (zona oriental) y visigodos (occidentales).
[17] El término fue heredado por Roma.
[18] De hecho, una parte importante de sus emperadores -la dinastía Yuan (1279-1368)-, fueron mongoles. El imperio mongol dominó gran parte de Asia durante el siglo XIII.
[19] La seda fue la primera moneda de cambio entre Oriente y Occidente.
[20] En palabras de Cornelius Castoriadis, el proyecto de autonomía colectiva significa que la colectividad, que sólo puede existir como instituida, reconoce su carácter instituyente y lo recupera explícitamente, cuestionándose a sí misma y a sus actividades. (Le monde morcelé, París, Seuil, 1990, p.291).
[21] http://sala.clacso.edu.ar/gsdl252/cgi-bin/library
[22] Entre ellos, el conocido Erik el Rojo que llegó a Groenlandia.
[23] Me apoyo en algunos datos recogidos por Paul-André Rosental en Les Sentiers invisibles. Espace, familles et migrations, E.H.E.S.S., Paris, 1999.
[24] Un amplio panorama de su aventura puede disfrutarse a través del relato que Mike Edwards elaboró tras repetir su recorrido (National Geographic, edición especial “Grandes viajeros”).
[25] “La emigración es un proceso en cadena”, afirma Rosental, liberando una plaza (residencia, trabajo) del lugar de partida, ofrece la posibilidad de inmigrar a otra persona de un lugar más pobre.
[26] Elaborado para el apartado sobre “espacio y forma” de la obra coordinada por Nicolás Caparrós Viaje a la complejidad, que se editará en tres tomos en Biblioteca Nueva.
[27] La rancia estampa del romanticismo denigra a la mujer actual. ¡qué difícil es no perder la brújula de la historia para entender a cada sujeto en su época!
[28] Como las fiestas tradicionales que acompasan fluctuaciones climatológicas y logros de caza.
[29] Las películas del Oeste dan buena cuenta de enfrentamientos entre ganaderos y agricultores.
[30] En el IX Foro hispano británico sobre cultura y fenómeno migratorio en noviembre de 2005 (intervención recogida y editada por la Fundación Hispano Británica). Esta autora dedujo en su tesis doctoral, “con cierto estupor”, que si no hubiera habido inmigración ni emigración en Cataluña desde 1900, en lugar de los siete millones de habitantes que tiene, actualmente no habría más que unos dos millones seiscientos mil. No puede dudarse de su perfil multiétnico.
[31] Tras la Gran Guerra se establece el estatuto internacional del refugiado.
[32] Que poseían una gran organización militar con caballería, carros de guerra, sables de hierro... Mantenían costumbres seminómadas y un gran espíritu de aventura; algunos regresaron a la Galia, su antiguo hogar, para penetrar desde allí en los Balcanes.
[33] En un sentido más amplio, se denomina beréberes o Imazigen a las personas que descienden de los pueblos autóctonos del norte de África, desde Egipto occidental hasta el Atlántico. Los también llamados berberiscos constituyen la masa de la población de los actuales Estados de Libia, Túnez, Argelia y Marruecos. Aunque integrados en el mundo árabe, muchos han conservado su lengua hasta hoy, y con ello una fuerte identidad socio-cultural que se resiste a la asimilación fomentada por los gobiernos.
[34] En la Enciclopedia Universalis.
[35] Las nuevas y genuinas propiedades emergentes, llegan a ser tales cuando ciertas entidades se relacionan de determinada manera, y tienen poderes causales no atribuibles a ninguna propiedad o evento anteriormente existente. (Nicolás Caparrós en Viaje a la complejidad (T.II), Biblioteca Nueva, en preparación).
[36] Le livre de la douleur et de l´amour, 2003, París, Payot et rivages.
[37] Con lo que la frustración se ve así impulsada, censurada y desfigurada al mismo tiempo. Mucho tiene que ver la “hiperactividad” que inunda las consultas.
[38] En Le monde morcelé, ed. du Seuil, 1990, p.204.
[39] Esta “posibilita que la propia actividad del sujeto devenga objeto, la explicitación de sí mismo como un objeto no objetivo...” sólo entonces es posible el otro. (Op. Cit., p. 262) Cornelius Castoriadis define cuatro supuestos para que se produzca la reflexión: sublimación, un quantum de energía libre, labilidad de investimientos y la posibilidad de cuestionar los objetos investidos con anterioridad.
[40] En el Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora (Barcelona, Ariel, 1994).
[41] Tal como lo plantea un referente fundamental para guiarme en este concepto: Raymond Boudon en la Enciclopedia Universalis.
[42] (1920) En el cuarto volumen de El campesino polaco en Europa y América. Monografía de un grupo inmigrante. Boston, masa.: Tejón.
[43] Recogido entre otros por Sartre en su Crítica de la razón dialéctica.
[44] L´anomie, La Découverte, 1986.
[45] Barracones abandonados que se utilizan en el camino a Europa.
[46] Laurent Gaudé, El Dorado, Babel, Actes sud, 2006, p. 46
[47] A pesar de que la Declaración Universal de los Derechos del hombre afirme que todo individuo tiene derecho a una.
[48] Gaudé, op. Cit., p.54.
[49] Lola Huete lo refiere así en El País semanal de octubre 2009 (El corazón mestizo de Berlín)
[50] En National Geographic, enero 2010
[51] La noticia se publica en El País el 27 de mayo de 2010.
[52] Sobre los que nos documenta John Lancaster en “Los últimos nómadas”. National Geographic, febrero 2010.
[53] Quedan unos 85.000; se considera que son de los últimos representantes de un estilo de vida basado en la caza y la recolección. El uso de armas o caballos está restringido, de forma que lo poco que se les permite cazar, lo hacen al modo tradicional.
[54] Gaudé, op. cit., p.99.
[55] León y Rebeca Grinberg, Migración y exilio. Madrid, Biblioteca Nueva, 1996. (p.169)
[56] Comentario de un paciente de los Grinberg, Op. cit., p.175.
[57] Gaudé, op. Cit. (p.234). Massambalo (Hamassala o El-Rasthu, tiene muchos nombres), es el dios de los emigrantes; vive en África, en un agujero del que nunca sale. Tiene espíritus que viajan por él y pueden adoptar formas distintas (niño que guarda cobras, vieja...). A través de estas sombras, cuida a los cientos de miles de hombres que dejaron su tierra.


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