Vincularse en bucle. De la leche a la manzana.

Isabel Sanfeliu (coord.), Laura Díaz Sanfeliu , Cristina Fernández-Belinchón , Silvia Fernández-Sarcos , Margarita Gasco , Ana Moreno , Yolanda Pecharroman , Teresa Román y Beatriz Santos

Del Vínculo a la Palabra (XIII Congreso Internacional de SEGPA). Las Palmas de Gran Canaria: Arteara. 

Resumen
Cuerpo y psiquismo se sostienen mutuamente en el proceso de crecimiento de un sujeto, no se conciben el uno sin el otro. En ese proceso, el otro está siempre presente; otros que estimulan o disipan vínculos, otros que miran, tocan, evitan, se mueven...

El encuadre grupal ofrece un espacio en el que, a través de la transferencia, se reeditan los viejos conflictos. El cuerpo del paciente psicosomático ensaya llenar vacíos de pensamiento con síntomas; lo emocional desinvestido es detectado y denunciado por los integrantes del grupo al tiempo que lo contienen, ellos ponen palabras allí donde el sujeto experimenta vacío, las cadenas asociativas tejen emociones y pensamiento. Frente a una medicina cada vez más especializada, son necesarios espacios como el que aquí se describe para no arrebatar la compleja entraña bio-psico-social al sujeto actual.

Palabras clave: Psicosomático. Vínculo. Pulsión. Narcisismo. Objeto. Grupo.

Abstract
Body and psyche are mutually supportive within the growth process of a subject; they can’t be conceiving one without the other. In this process “the other” is always present; others that stimulate or dissipate bonds, others who look, touch, avoid, move… The group offers a space frame in which, through the transfer, the old conflicts are reissued. The patient’s body essay how to fill gaps of thoughts through symptoms; the isolation of the emotional component is detected and reported by group members while they contain it, putting words where the subject feels emptiness, the associative chains weave emotions and thoughts. Faced with an increasingly specialized medicine, there are necessary spaces as the one described here, to preserve the complex comprehension of the person within the intricate biological, psychological and social levels involved.

Key words: Psychosomatic. Bond. Drive. Narcissism. Object. Group.

«Cuando aparecieron cerebros capaces de pensar, empezaron pensando en el cuerpo.» A. R. Damasio en El error de Descartes


EN ATENCIÓN FLOTANTE... METODOLOGÍA
La elaboración de este trabajo es el fruto de un seminario continuado sobre psicoterapia de grupo, en el que dejamos que la asociación libre dirigiera nuestros pasos. Decía la presentación correspondiente al año en curso...
Trataremos de lo complejo de una estructura que, conformando un solo ser, obedece a distintas leyes y se organiza, decodifica y expresa con diferentes lenguajes. Hablamos del sujeto: cuerpo y psiquismo apoyándose en un mutuo proceso de crecimiento.
La vida mental se organiza en torno a pulsiones mediadoras; la emoción desinvestida que no alcanza otra vía de expresión que lo somático abre, como lo onírico, una rendija por la que entrever nuestra “maquinaria” más profunda. Búsqueda de sentido en un cuerpo que enferma para mantenerse vivo, aunque las palabras no alcancen a identificar el conflicto psíquico fuente del sufrimiento.
El grupo terapéutico facilita múltiples traducciones, giros inespe-rados que ayudan a desentrañar los trances que atravesó la articulación objeto / narcisismo en cada uno de sus integrantes.

Y surgieron en la bibliografía los grandes autores y escuelas que se empeñaron en aclarar este intrincado asunto. Parecía, por tanto, oportuno un primer apartado que reflejara alguno de nuestros comentarios teóricos.
Luego, el alboroto surgido al desbaratar a un sujeto a través de una escena dramatizada (desmembrándolo psíquica y físicamente), abrió la posibilidad de captar algunas formas en las que aventuramos se establecen conexiones inadvertidas en el acontecer vital. Nos proponemos transmitir algunas viñetas lúdicas en las que lo somático y lo psíquico de un sujeto interactúan dentro de una determinada atmósfera social.

DEPARTIENDO SOBRE LA PALABRA ENCARNADA
Existen diversas formas de concebir el síntoma psicosomático; efectuemos un breve recorrido de la mano de los autores más reconocidos:
Comencemos con Ferenczi: afirmó que el organismo funciona por causas mientras que el aparato psíquico funciona por motivos y cuando el psiquismo fracasa en la gestión del aparato mental, el organismo se pone a pensar (surgiendo así los síntomas). En el matiz que diferencia causa de motivo late la entraña de la vieja polémica dualista cuerpo/alma. Recogiendo las aportaciones de la teoría de la complejidad, actualmente se abren nuevas perspectivas: en referencia al organismo tanto causas como motivos modulan su actividad, otro tanto tendríamos que decir de lo concerniente al psiquismo y, además, entre ambos la interacción es permanente. De hecho, la Escuela de Chicago entendió que los estados emocionales se traducen en un comportamiento externo pero también los procesos fisiológicos responden a cada estado emocional mediante un mecanismo de adaptación.
En esta misma línea de complementariedad de distintas disciplinas, André Green  señala que cualquier acontecimiento que ocurre en un organismo humano, cualquiera que sea su naturaleza, comporta un registro a nivel cerebral, sin prejuicio de su destino (conservación o borrado).  El mecanismo causal es, de hecho, de origen variable (puede ser resultado de una acción externa que repercute en las anteriores inscripciones del sujeto, provocando diversas reacciones posibles, o ser originada en el interior del cerebro en diversas circunstancias). Puede provenir de una causalidad mecánica no significativa o ser parte de una organización significativa que a su vez comprende desde la búsqueda de satisfacciones elementales hasta elaboraciones más sofisticadas, voluntarias o no.  En su opinión, es la confusión entre inscripción y causalidad la que está en el origen de muchos malentendidos en los debates entre biólogos y psicoanalistas.
Podemos recordar con Caparrós  que el estado traumático –que atañe muy directamente a nuestro tema– propicia el grupo de las llamadas neurosis actuales (neurosis de angustia, neurastenia, hipocondría) que no alcanzan a investir la representación de objeto; se instauran de manera insidiosa y pertenecen a la categoría de lo crónico. Hemos de tener presente por otra parte, que un hecho no se puede definir como traumático salvo que sus efectos psíquicos se identifiquen como agujeros negros en el desarrollo.
En las neurosis actuales hay tres tipos de síntomas como consecuencia de la desviación de la libido de objeto hacia el Yo: un trastorno funcional, el síntoma hipocondriaco y el síntoma orgánico. En esta línea, Nicolás Caparrós defiende que el proceso psicosomático puede ser analizado desde tres ángulos diferentes: desde el trayecto que marca la evolución (emergencia de lo psíquico); desde el movimiento inverso que se produce por la desorganización contra-evolutiva y desde la vertiente del narcisismo (lo psíquico marginado del diálogo de la realidad con lo somático). La clínica actual se caracteriza por centrar lo psicosomático en una desorganización en la que aflora la angustia una vez ha cumplido su función señal, ya que esta es una emoción que no inviste a objeto alguno. Este estado le confiere la cualidad de tóxica -si es muy intensa y se prolonga en el tiempo- por ser energía libre. Los afectos no ligados se constituyen en vía regia de acceso a la falla psicosomática.  En la somatización propiamente dicha la angustia habla con el lenguaje de lo biológico, ya que lo psíquico abandona el cuerpo y este se ve forzado a utilizar sus propios medios de expresión , teniendo una relación intrínseca los factores desencadenantes de la somatización con la ruptura de investimentos afectivos de importancia.
Para la Escuela de París la enfermedad psicosomática es un sinsentido. El sentido es, precisamente, lo que caracteriza al psiquismo. A. Garma se refirió a la melancolía «silenciosa pero no callada» como vía hacia la somatización. En Marty  el trastorno psicosomático es fruto del desbordamiento de las excitaciones psíquicas que acaban por influir en el cuerpo, mientras que M´Uzan afirma que el síntoma psicosomático es estúpido y piensa que la somatización es una carencia de fantasmas.
Pierre Marty es uno de los principales investigadores del trastorno psicosomático; su elaboración más importante es la de mentalización , que hace referencia a cantidad y calidad de las representaciones psíquicas, entendidas como evocación de las primeras percepciones que se inscribieron dejando huellas mnémicas acompañadas de afectos. La insuficiencia de representaciones constituye fallas en la adquisición de representaciones de palabra ligadas a valores afectivos y simbólicos.
 Francisco Valera  traza un interesante puente entre ciencias cognitivas y psicoanálisis retomando conceptos de las neurociencias. En las ciencias cognitivas existen tendencias a veces extremadamente contradictorias; para esclarecer esta problemática distingue tres campos cognitivos: cognitivismo, emergencia y enacción . Para el paradigma cognitivista, la cognición es el tratamiento de la información, es decir, manipulación de símbolos a partir de reglas. Un sistema cognitivo es capaz de manipular los elementos psíquicos discontinuos (símbolos); el sistema manipula los atributos físicos concretos y no su sentido o significación semántica. Hasta mediados de los años 70 este fue el programa dominante aunque no pudo explicar importantes problemas.
La emergencia, lo veremos poco más adelante con Morin, utiliza la constitución biológica como metáfora y mecanismo fundamental, pensando literalmente en la constitución del cerebro como un conjunto de agentes (las neuronas o grupos de neuronas). Lo esencial es la manera en que se pueden coordinar y hacer que actúen juntos agentes que por sí mismos son relativamente torpes, para hacer emerger un estado global. Un fenómeno emergente presenta tres características fundamentales: no se puede localizar en ninguno de los agentes que lo ha producido; es capaz de actuar sobre el comportamiento de los agentes individuales y, finalmente, a partir del emergente es imposible deducir los factores que le dieron lugar. Hasta aquí se ha superado el cuadro de lo cognitivo entendido como un problema lógico y de representación simbólica abstracta y se ha descendido al nivel de la corporeidad. Sin embargo, para cognitivistas y emergentistas, sigue siendo un sistema que reacciona a lo que viene de fuera, cuando en realidad está siempre activo, no solo cuando surge un problema. La enacción explica representaciones cognitivas distintas de las representadas para confrontar un problema. La idea clave sería: cognición = vida.
Hemos pasado del pensamiento como cómputo a una noción cooperativa y a otra enactivista. En las corrientes más recientes de las ciencias cognitivas, la actividad del pensamiento no se aísla del sustrato orgánico, supone siempre la implicación de procesos basados esencialmente en el esquema corporal y la motricidad sensorial. Esta es la apertura a la tradición psicoanalítica: considerar la cognición como proceso inseparable de lo que sucede en el cuerpo. Pese a las grandes interferencias que aún quedan, se va afianzando un terreno compartido.
Desde esta perspectiva, retomamos un concepto clave que comparten con distintos matices todas las ciencias actuales: la emergencia. En uno de sus últimos escritos , Edgard Morin comienza recordando que el todo es más que la suma de las partes; la emergencia puede confundirse con la totalidad, ya que el todo es emergente y tiene un perfil que pertenece al todo. Es como si en un sistema, todo se transformara al mismo tiempo con cualquier pequeño cambio que se produzca en su interior. También afirma que cualquier estado global -si está vivo- presenta cualidades emergentes que nacen de las distintas combinaciones de sus elementos; estas propiedades emergentes embeben el todo y retroactúan sobre las partes. En otro apartado se refiere a las micro-emergencias donde la parte es más que la parte (la idea anterior aplicada a componentes del sistema). Las cualidades más ricas de un individuo, por ejemplo, emergen en el sistema social. Gracias al conjunto (todo), la parte es más. La emergencia es algo fugaz pero que permanece de alguna forma a través de sus efectos. En el ejemplo que incluye Morin sobre la conciencia, leemos: «Es una cualidad dotada de potencialidades organizadoras, capaces de retroactuar sobre ella, modificarla, desarrollarla... retroactúa transformando lo que la produce». Otra vertiente es emergencia como indicio o síntesis de realidad externa, «las cualidades emergentes se superponen, la cabeza de unas se convierte en pie de otras».
¿Y qué decir del tratamiento de la enfermedad psicosomática? Para abordar este aspecto citaremos a Chiozza  y sus estudios patobiográficos. El termino pathos condesa tres significados: lo patológico, lo concerniente al afecto o pasión y la referencia a un aspecto esencial del ser humano (lo que uno es, incluyendo aquello que no es e intenta ser). La pato-biografía va más allá de la habitual anamnesis; es el relato escrito de una vida en cuanto tiene de padecimiento y de pasión, en cuanto alude a lo inacabado de esa vida que se encamina, siempre y de modo inevitable, hacia una meta incumplida. La historia que un hombre no puede soportar y que lo enferma, es inseparable de su historia entera, pero esta es inconmensurable y, por tanto, incognoscible; algunas inhibiciones son renuncias a la función a causa de que durante su realización surgiría angustia. El Yo es la verdadera sede de la angustia, es la parte organizada del Ello. Los síntomas ligan la energía psíquica que, de otro modo, será descargada en forma de angustia. Las historias, como las verdades, conducen interminablemente unas a otras; Chiozza propone interpretar el sentido de la enfermedad, no el de la vida, y para ello recurre a la literatura: un hilo argumental entretejido con otros que dotan de complejidad dramática y forman el esqueleto histórico que sostiene el significado de toda vida. Es un hilo transmitido de padres a hijos en una historia cuya carne emocional abarca siempre tres generaciones. Para acceder a la historia de un sujeto, solo podemos proceder sin obstruirle el camino, permitiendo que su verosimilitud nos alcance.
También José María López Sánchez dedicó, desde Granada, años a investigar estas patologías. Vivimos una época cultural de renacimiento del cuerpo, de preocupación por el mismo, de temores hipocondríacos sobre su salud y exaltación hedonista de sus manifestaciones . La actitud tiene el sentido de una protesta, en la que el discurso del cuerpo se hace protagonista. Recuerda con Alexander que determinadas dificultades en el desarrollo pueden afectar al sistema más comprometido en el momento en que el conflicto cristaliza o bien al que resulte más expresivo del conflicto en cuestión. Se podría decir que el padecimiento psicosomático puede vertebrarse y perpetuarse por algo que, careciendo de significación en sí, lo evoca al actuar sobre las «zo-nas psíquicas» de las partes orgánicas afectadas. «El cuerpo es un depósito complejo de zonas psíquicas, de conflictos y defensas corporeizadas, el cuerpo todo está provisto de historia psíquica y de significaciones y valoraciones personales, una de cuyas formulaciones es la de Esquema o Imagen Corporal» .
Terminamos este somero repaso con algunas reflexiones compartidas con N. Caparrós y R. Cruz Roche sobre el desarrollo evolutivo. En los primeros estadios de la vida del sujeto, el bebé vive una indiferenciación fusional con la madre. Ésta presta su cuerpo brindando continuidad temporal y espacial y ofrece significados psíquicos, de ahí que las introyecciones permitan que el aparato psíquico madure. El psiquismo es así emergente de un sustrato biológico complejo que lo sustenta e informa. La excitación libidinal y la presencia del primer objeto dan paso a esa unidad de mayor complejidad que supone el acceso a la vida mental. La necesidad radical del otro-semejante, creador de sentido, aportador de energía de alta calidad, constituye y mantiene el psiquismo. La ausencia del otro primigenio, activa mecanismos de identificación secundaria y el establecimiento del objeto interno. El juego entre acercamiento y separación permite la puesta en marcha de los mecanismos auto-organizativos del psiquismo, movimientos que se hayan anclados en la corporeidad. Posteriormente, los reinvestimientos narcisistas y objetales darán lugar a la creación del pensamiento simbólico.
Como apunta Nicolás Caparrós desde la perspectiva de la complejidad, la pobreza del mundo interno se traducirá más tarde en un estado equivalente en el nivel social. Este perfil social no puede ser analizado de forma aislada del estado de narcisismo. En este sentido, el investimiento excesivo del yo corporal  -que se observa también en el dolor- es visto como un factor que tiende a desequilibrar el continuo narcisismo-objetalidad, atravesando con esto distintos niveles que terminan por empapar lo social.
Según lo comentado en referencia al dolor en el análisis de determinados cuadros clínicos, Caparrós recuerda que el síntoma somático adquiere sentido dentro del proceso del que forma parte. Visto desde un plano puramente médico apunta a una visión del cuerpo desprovisto de significados, una visión que trocea al sujeto y habla de un cuerpo no simbólico. Cabe preguntarse, siguiendo la línea del proceso de progresiva complejidad desde estas primeras etapas en el sistema madre-bebé, acerca del sentido que puede tener el síntoma. Si el plano biológico funda el nivel psíquico a través de la figura de la madre que dota de sentido las sensaciones corporales del niño –Winnicott– o las impresiones sensoriales y experiencias primordiales del bebé –Bion–, aislar el síntoma del proceso del que forma parte, se traduce en privar de sentido al proceso como totalidad. El sentido es siempre resultado de una interpretación por el destinatario, es fundamentalmente un suceso intersubjetivo, el encuentro con la expresión del otro, “nace entre dos corporeidades… es al mismo tiempo mental y físico”. ¿Cómo privar de sentido al síntoma somático aislándolo del proceso del que forma parte? El psicoanálisis y la perspectiva de la complejidad integran este aspecto recursivo dando luces acerca del hecho psicosomático: apuntan la necesidad de ir más allá de entidades aisladas hacia la adquisición de sentido.

DE LA LECHE A LA MANZANA...
En el comienzo, el bebé; el bebé y la leche con la que queremos simbolizar el afuera (objeto o figura materna) que incorpora para existir y que acompaña sus primeros pasos en el camino a ser sujeto. Este apartado se adentra en la adquisición de conexiones entre órganos y psiquismo. Casi inadvertidamente pasaremos de la oralidad al imperio de lo anal, de la leche a las heces. Un paso más y, con la totalización del objeto, alcanzaremos «la manzana» con todo lo que puede depositarse en ella: pecado, tentación, el paso de la sexualidad infantil a la genital, además de otros aspectos menos embaucadores o provocativos: manzana como dieta, insulsa, saludable... Curiosa dicotomía anclada en la historia de la humanidad...
Nos consideramos psicoterapeutas de grupo, eje cuya perspectiva no perdemos de vista aunque adopte perfiles no tradicionales. Para este artículo, decidimos salir de la clásica presentación del grupo de pacientes y nos zambullimos en un «caldero » burbujeante sin saber qué nos iba a deparar. En la escena psicodramática que acompaña habitualmente nuestro trabajo teórico, fragmentamos imaginariamente a un sujeto tanto anímica como corporalmente, de forma que nuestros «trozos» dialogaran; reflejamos el ficticio discurso de un bebé fragmentado cuyos órganos hablan, cuyos impulsos devienen poco a poco pulsiones que pretenden hacerse «oír». Esta escisión virtual permitirá deambular por los niveles de integración físico, psíquico y social articulándolos. La idea de complejidad implica tomar conciencia de los diversos planos que intervienen en un mismo proceso, de saltos cualitativos de organización que se van produciendo. Auto-organización y Adaptación, son conceptos que brotan de forma natural a partir de lo representado.
Hemos elaborado una ficción, pero «todo conocimiento de lo real pasa necesariamente por la mediación de una técnica», como recuerda Christophe Dejours ; la nuestra, aquí, el psicodrama. El hombre es una colectividad de miembros unidos como los dedos de una mano (Empédocles); los fragmentos de “nuestro” peculiar sujeto, configuran un grupo en el que se debaten ocho integrantes en representación de:
Aparato digestivo.- Órganos encargados de transportar alimentos, de su absorción y excreción. (Quedará recogido en el diálogo como Estómago)
Aparato respiratorio.- Metabolismo celular -intercambio de oxígeno y dióxido de carbono con el medio-. (Recogido como Pulmones)
Aparato circulatorio.- Transporta nutrientes a las células del cuerpo, recoge deshechos metabólicos que se eliminan por riñones, orina y el aire exhalado por los pulmones; estabiliza la temperatura. (En adelante Corazón)
Sistemas nervioso y endocrino.- Redes de comunicación que captan y procesan señales coordinando los demás órganos, el primero por impulsos eléctricos y el segundo a través de hormonas liberadas al torrente sanguíneo. (Agrupados como Sistema Nervioso)
Sistema tegumentario.- Compuesto por piel y anexos (glándulas, tejido adiposo, uñas…); separa, protege (barrera inmunológica) e informa. Con él incorporamos al Sistema muscular: genera movimiento voluntario e involuntario que se controla a través del sistema nervioso; mímica, producción de calor, forma al cuerpo, protege. (Quedarán reflejados como Piel)

En cuanto al aparato psíquico de nuestro pequeño engendro, quedará representado por:
Ello.- La instancia más inaccesible, gobernada por el principio del placer. Asiento y expresión de pulsiones, reserva de energía psíquica (exigencias somáticas y psíquicas).
Yo.- Sede de la conciencia, instancia de registro imaginario. Proyección mental de la superficie del cuerpo y superficie del aparato mental. Diferenciado del Ello por influencia del mundo externo, sede de resistencias. Articula los principios de placer y de realidad
Superyó.- Instancia que juzga al Yo, inhibe, juzga y provoca remordimiento. La censura parte de la autoridad parental; miedo a perder su amor y al castigo. Condicionado por el Edipo y la cultura. Es portador simbólico y coercitivo de la función del ideal (que exalta).

El Objeto, que fuerza distintos movimientos adaptativos en el sujeto sin los que no lograría la supervivencia, sobrevuela las escenas; sus intervenciones quedarán reflejadas entre corchetes intercalando diálogos. Nuestro grotesco escenario deja traslucir cómo se conectan los distintos planos que intervienen en un mismo proceso. Trabajamos la estructura grupal de un sujeto, el entramado interno que se forma y deforma en contacto con el afuera que resulta, a su vez, modificado.
En este apartado incluimos cuatro escenas en las que se muestra el bullir de Artemisa  en su desarrollo -como bebé y con 2, 6 y 14 años-.

ESCENA 1.-
Artemisa tiene dos meses. En el comienzo el niño es cuerpo; sus sensaciones de vacuidad o plenitud abren o cierran el vínculo con su objeto. Instinto o necesidad empiezan a «contaminarse» de psiquismo, por lo tanto devienen poco a poco pulsión. Se está desperezando, tiene hambre... Partimos de una sensación general muy displacentera: el hambre; como correlato, el frío. El estómago duele, el dolor pone en marcha el llanto, rigidez corporal, movimientos compulsivos, reflejo de succión, frío provocando este despliegue motor.

Piel.- [Succiona el pulgar con entusiasmo] schup, schup, schup...
Sistema nervioso.- ¡¡Incidencia!! Se detecta un problema, falta de nutrientes, difundir alarma...
Pulmones.- [Llantos, gritos... gran berrinche] ¡Que no puedo respirar! (sollozando) ¡algo!...
Corazón.- [Late alterado y con fuerza]
Estómago.- Duele, no sé qué necesito...
Yo incipiente.- ¡Sigue llorando…! algo pasa cuando lo haces y luego estoy a gusto...
[Se acerca el objeto materno (alimento) al que ve, huele e identifica como lo que sacia -primeras huellas mnémicas sin conciencia de objeto-, agitación general ante la inminencia del momento placentero, expectación, el llanto se calma provisionalmente aunque el organismo permanece en alerta.]
Piel.- Noto algo cálido [la boca puede empezar a investirse]
Sistema nervioso.- Recuperada la calma, reorganizaros... [homeostasis]
Impulso/Necesidad (luego Ello).- ¡Qué gusto! [Suspiros plácidos. ]
[Se va mamá, no puede echarla de menos porque no sabe que existe. Vacío, silencio. Al mismo tiempo que piel nota calidez , estómago siente saciedad y los dos hacen que, a través de las señales transmitidas al resto del organismo, los pulmones respiren más sosegados y desaparezca la rigidez . Artemisa se duerme. Introducimos en nuestra escena un nuevo estímulo: el hermanito le lanza una pelota y la sobresalta, alterando el placer que estaba experimentando.]
Todas.- ¡Ayyyyy! ¿Qué ha pasado? [Llora]
[Veamos la escena desde fuera: el estímulo externo genera una situación de pánico desde el desconcierto. Los pulmones trabajan con fuerza por el llanto, lo que incide en el aparato digestivo... con lo cual la deposición –que posiblemente llegaría más tarde– se precipita y creará molestias en la piel. La pelota ha puesto en marcha un ejercicio de reorganización para adaptarse al imprevisto; la posible intervención de la madre “no programada”, refuerza su perfil como objeto.]
Impulso/Necesidad.- estaba tranquila, saciada pero... ¿¡qué pasó!? [Empujón de los intestinos]
Sistema nervioso.- ¡¡Nueva incidencia!! Retortijones en zona central, proceso de evacuación en marcha...
Estómago.- ¡Qué follón! ¡Cuánta tirantez!
Pulmones.- [Aceleran respiración y se pierde homeostasis, posible acidosis metabólica]
Corazón.- ¡Aguanta un poco que estoy repostando!
Piel (músculos).- Pues date prisa que estoy haciendo horas extras...
Impulso/Necesidad.- [primero sensación de calor, luego la caca se enfría y de nuevo surge la necesidad de intervención externa ].
Sistema nervioso.- Alivio general.
Piel.- ¡Pica, me escuece! [a los pulmones:] ¡¡Llora!!
[Posible impotencia del objeto materno: cumplida su función alimenticia, no obtiene recompensa, ¡sigue llorando! La figura materna puede pensar que tiene gases y actúa en consecuencia: movimientos más o menos bruscos, golpecitos en la espalda... “¿Cuándo se quedará tranquila?” Posible ambivalencia en sus emociones hacia el bebé . Descubierto «el pastel», se dispone a cambiarle el pañal. Bien sea por la calma que proporciona la toallita, o porque la crema para el culo irritado se reparte con suave masaje placentero, por fin el sueño vence a Artemisa. Es otro momento en el que el objeto parcial se hace presente. A través del displacer (hambre y caca fría) y su ausencia (placer), se construye la representación de objetos que van a modelar a nuestro bebé. La madre se va].

El cuerpo –con la boca como lugar privilegiado de contacto con el mundo- proporciona señales, referencias para nutrir al psiquismo que, siempre a través de objetos externos, se irá desplegando; en ese momento, el bebé es indisociable de la figura de la madre (Winnicott). Desde el nacimiento el organismo actúa sobre el ambiente, promueve inconscientemente las respuestas que obtiene de él y, poco a poco, lo asimila y da sentido a sus interactuaciones. Artemisa diseña y categoriza su entorno a partir de la representación de la madre cuando elimina su malestar (hambre, caca) y del hermanito, quien interrumpe lo placentero generando sensaciones novedosas. Damasio lo describiría como representaciones del mundo externo en términos de las modificaciones que causa en el cuerpo.
Desgranar la situación en una escena permite dilucidar a grandes rasgos el juego paralelo de la piel-continente y la madre-continente, imágenes asimismo de la relación temprana psique-soma. La función psíquica que en principio ha de ser ejercida por la madre, es equivalente a la función  biológica de la piel en cuanto continente y posibilitará la ulterior introyección de las funciones de autocontención indispensables en la formación de experiencias yoicas, la distinción dentro-fuera. El Yo corporal es el más arcaico; Yo y piel se contienen mutuamente y el bebé se relacionará poco a poco con su cuerpo y sus funciones corporales. El curso que lleva el refinamiento de los sentidos sirve a la vez como metáfora y apoya la progresiva complejidad de lo psíquico. La visión, por ejemplo, que re-fuerza el reconocimiento del otro, matiza y transforma la atención sobre sí mismo (narcisismo primario).
Estamos dibujando una caricatura que muestra cómo un acontecimiento aparentemente inocuo venido del exterior, incide en el ritmo (homeostasis) del bebé. Auto-organización y adaptación se suceden en todo ser vivo de la mano de trances variados. «Pelotazos», comida, heces, dolor o sueño, revuelos que desorganizan ritmos... todo es necesario porque el exceso de equilibrio, la homeostasis, dejaría en punto muerto a la pequeña. Son emergentes a partir de los que se ponen en marcha nuevos acomodos; a partir de la frustración, surge otro tipo de experiencia. Si el ruido se incorpora como información, crece la estructura. Sentir la caca en el culete, cálida primero e incómoda cuando se enfría, es sentir piel, una de las claves en la regulación homeostática. Con respecto a la cenestesia, por ejemplo, el ritmo con el que se mueve al bebé abarca más que una historia genética, es el aprendizaje a través de pequeños matices que apenas percibimos conscientemente y que van conformando a un sujeto en su cultura . Hay un tiempo de extrañeza, también uno de acomodación para cada órgano (los hay que maduran antes que otros), los ritmos se van adecuando. En el comienzo de «nuestra» escena hay una necesidad a la que el niño no puede aún poner nombre. Pero la madre es capaz de ofrecer movimientos, objetos que satisfacen y que, al mismo tiempo, ofrecen base a la misma como precursora del deseo.

ESCENA 2.-
Artemisa ya tiene dos años. Quita un juguete a su hermano de seis...
Piel.- Ese oso de peluche mola un montón. ¡Qué suave es!
Ello.- ¡Lo quiero!
Piel.- Voy corriendo, lo cojo. ¡Ayyyyy! ¡Ufff...! ¿Qué pasó? ¡Pica mucho!
Yo.- ¡Mi hermano me ha pegado! [El dolor dispara alertas] ¡Llama a mamá!
Pulmones.- ¡¡Mamá!! Mamá, mamááááá...
Corazón.- Me estoy acelerando mucho, coge aire que nos ahogamos.
Yo.- Quiero que mamá me coja en brazos. Tranquilos, vendrá y pondrá orden.
Ello.- Eso, que pegue a mi hermano y me de el oso…
Superyó premoral.- Hemos cobrado por tu culpa, si no se lo hubieras quitado... [En las primeras escenas, todo surge de forma muy inmediata. A medida en que se van repitiendo con diversos matices, se adquiere cierta capacidad de previsión y maniobra.]
[Todos tratan de hacerse oír, -psique y soma- interferencia de necesidades y deseos que poco a poco se organizan en palabras].
Estómago.- Estoy raro...
Superyó.- No llores tanto que luego encima se enfada.
Ello.- Lo que me faltaba, si no se llora no se entera, ¡y quiero que venga ya!
Piel.- ¡Patalea más fuerte!
Corazón.- Bueno pero mandarme oxígeno que no puedo con tanto...
Yo.- Me angustio porque mamá no está, la herida es grande, no sé qué hacer.
Piel.- [muy asustada] Noto algo viscoso. ¡¡me sale algo de dentro!! [sangre]
Sistema nervioso.- Refuerzo de plaquetas a mano derecha...
Yo.- Eso tiene que doler mucho, llora, llora... Di “pupa mamá...”
Pulmones.- ¡¡Buaaaaaa!!, ¡¡mamááááááá!!, ¡pupaaaaaaa!
Ello.- Pero yo quiero el oso...
Superyó.- Como sigamos así nos quedamos sin oso y sin mamá...
Ello.- De eso nada, siempre que me pasa algo y lloro mucho viene y me calma. Mamá tiene que estar aquí y no sé cómo conseguirlo, ¿qué pasa?
Sistema nervioso.- Se están creando interferencias con tanto mensaje cruzado, hay errores de destinatario entre nosotros...
[Desconcierto y ansiedad por la ausencia de la madre. ¿Qué conciencia puede tener Artemisa de su interior con dos años? ¿de dónde viene la sangre, la conecta o no con el dolor, siente que se ha portado mal...? La piel instaura el límite corporal entre interior y exterior, Yo y objeto, protagonista de la regulación homeostática que procura protección y contiene. La memoria permite predecir, hay temor a la retaliación: quitó el juguete al hermano y recibe un castigo. Los distintos sistemas ensayan manipular a la madre, el pequeño dolor es secundario, necesita consuelo como reabastecimiento narcisista más que un analgésico. Si no llega contención desde el exterior, algunos órganos quedarán sobreinvestidos.]
Piel.- ¡Ay! Cuánta sangre, pero que calentita es, ¿si la chupo se me pasará? [Junto al susto hay curiosidad]
Ello.- ¡Qué asco!
Yo.- Me asusta que no venga... ¡Cuando aparezca vuelvo a llorar! [El arañazo duele más cuando lo ve o se acuerda de él, se crean representaciones de lo ocurrido que van posibilitando el acceso a la simbolización]
Pulmones.- ¡¡Buahhh, buahhh, buahhh!! No puedo parar… [La angustia le impide parar de llorar, la respiración se vuelve entrecortada y el nerviosismo afecta a otros órganos]
Corazón.- Llora pero no dejes de respirar, sin oxígeno no puedo sosteneros.
Piel.- Me escuece la herida y el culete me pica.
Estomago.- Quiero hacer caca.
Ello.- Tengo mucha rabia.
Superyó.- Nos tenemos que portar bien que si no mamá se enfada, aguanta.
Yo.- Estoy asustada, dejo de llorar. [No funcionó, cambio de estrategia]
Superyó.- Ve a buscarla para que nos cure.
Ello.- ¡¡Mírala!! Ya viene, y con un montón de bolsas, seguro que para mí.
[Entra la madre con el botiquín]
Yo.- Mamá pupa, el tato me ha pegado. [La madre desinfecta la herida]
Piel.- ¡Ay!, ¡qué daño!, ¿por qué me agarra tan fuerte el brazo?
Superyó.- ¿Ves?, viene enfadada.
Sistema nervioso.- ¡Uff!, qué alivio, se restablecen conexiones...

Junto al alivio por la atención de la madre, el dolor de la cura puede ser interpretado por nuestra pequeña Artemisa como posible castigo por el follón que montó. Miedo a la pérdida, al abandono, debido a la expresión de una emoción. La base neural del Yo reside en la reactivación continua de la representación de los acontecimientos clave en la autobiografía (memoria disposicional reciente) y del cuerpo.  El Yo empieza a sentir y, al mismo tiempo, adivinar las consecuencias. Comienzan a formarse representaciones psíquicas; estamos aportando sentido. Recordemos lo importante que resulta en Psicosomática la diferencia entre buscar una causa y dar un sentido. La causa es algo que ocurre y provoca un síntoma, detenerse en ella simplifica los acontecimientos; sin embargo, el sentido implica entender un proceso en toda su complejidad, teniendo en cuenta los múltiples elementos que lo modulan. La representación de la madre se complica: “los mismos brazos que me acogen y dan alimento, me están haciendo daño”, es el camino a la totalización del objeto. Este último comentario dio pie a que una de nosotras recordara el caso de un niño autista cuya madre ejercía una especie de camisa de fuerza sobre él cuando lloraba, apretándole mucho desde la propia ansiedad. El placer del abrazo daba paso al dolor, a la perplejidad y al bloqueo; eso sí, dejaba de llorar.

ESCENA 3.-
Artemisa con 6 años. Un entrenamiento de fútbol, papá entre el público...

Superyó.- Oye, ¿me dejas jugar?, porfa... [A un compañero; desea lucirse]
Ello.- Quiero dar un empujón a ese niño y tirar la pelota muy fuerte para que papá se fije en lo bien que lo hago.
Superyó.- Pues te aguantas, no puedes pegarle. Quieta. [dirigiéndose a piel]
Yo.- ¡Pero vamos a conseguir el balón! Si me alío con aquella niña...
Ello.- ¡Pégale! [porque no se la deja]
Superyó.- Si le pegas te regañan, a papá no le gusta... Entonces es un lío.
Ello.- Siento pena, siento rabia, siento ganas de... ¡haced algo!
Pulmones.- Estoy muy cansada, me falta el aire. Mandadme más oxigeno, he corrido mucho...
Sistema nervioso.- Espera, me están saliendo unos regates fantásticos, solo me falta la pelota... envío instrucciones al resto.
Corazón.- [Late con más fuerza].
Ello.- Vamos a aprovechar el extra de energía. ¡Quiero la pelota!
Pulmones.-  ¡Cómo resoplo! Ahora voy a toda pastilla...
Yo.- No sé si es por la carrera, por la rabia o porque quiero que me mire...
Ello.- ¡A por la pelota!
[Corre una vez más para apoderarse de la pelota, pero se tuerce un tobillo...]
Piel.- ¡Ay! No puedo seguir...
Sistema nervioso.- Alerta lesión en extremidad inferior, ¡¡compañeros reducid energía que nos necesitan abajo!!
Corazón.- Oído central, voy latiendo mas fuerte y envío aportes.
Piel.- Ya te lo advertí (dirigiéndose al Ello), me estoy hinchando...
Superyó.- No te has salido con la tuya, al final lo que hemos conseguido es dolor y vergüenza, te has cargado nuestro orgullo, papá no nos verá jugar.
Estómago.- Tengo mucha tensión, va subiendo vómito. Buarghh!!!
Yo.- Papá, me duele mucho el pie, me encuentro mal, estoy hecha un lío...
Ello.- Ufff... [Hay mucha rabia porque no viene el padre y no ha conseguido su objetivo, ¿qué ocurre con esa violencia, cuál es su destino?...]
Representación objetal.- Qué estará haciendo, nunca viene cuando le necesito… [muy irritada], siempre por ahí los dos [padres], nunca vienen.
Superyó.- Si no hubieras sido tan burra...
Yo.- Yo solo quería que papá viera lo bien que juego al fútbol y estuviera orgulloso de mí y al final mira con qué cara viene...

En esta escena se suceden regateos: el cuerpo tras el balón, hacerse un lugar en el grupo de compañeros, mostrar su habilidad al padre... Si la escena anterior otorgaba protagonismo objetal a mamá, ahora, en pleno conflicto edípico, se lo da al padre. El orgullo herido se impone al tobillo lesionado . El otro como presencia implica asumir la herida narcisista que emana de la omnipotencia perdida, del adiós definitivo al autoerotismo. El dolor se inhibe si el sufrimiento es breve o inexistente. Freud describe la emergencia de lo psíquico a partir de lo biológico, expresado como tránsito desde lo narcisista a lo objetal, apareciendo un interesante paralelo entre dos corrientes:
(dolor físico – narcisismo – antivínculo) – (sufrimiento – objeto – vínculo)
La transición del dolor físico al dolor psíquico corresponde al paso desde la carga narcisista a la del objeto. Los procesos fisiológicos como el vómito, que acompañan a la rabia y el miedo no alivian ni una ni la otra, sino son corolarios normales de tales estados emocionales (Alexander).
La acción se pone en marcha a través de la piel/músculo, las instancias psíquicas otorgan representación a las pulsiones, generándose una buena mentalización. El Ello no disimula, quiere el balón y la admiración de su objeto idolatrado (lidiamos con lo especular de una etapa confusa). Lo pulsional aplasta estrategias más elaboradas y el Yo es castigado por el Superyó. Estímulo-acción con poca elaboración del pensamiento.  En ocasiones un estímulo exterior ataca o destruye un órgano, se engendra entonces una nueva fuente de excitación continuada y de incremento de tensión. Este estímulo cobra notable semejanza con la fuente de la pulsión apareciendo el dolor.

ESCENA 4.-
Artemisa adolescente, 14 años. ¡A levantarse!, en clase espera Javier.
Ello.- [Resopla acalorado tras un sueño erótico]
Piel.- Tengo los pelos de punta [excitación física]. Tan pronto tengo calor como frío, por Dios el pelo... ¡Cómo lo tengo! [coquetería]
Yo.- Nos acabamos de levantar, hay que prepararse, desayunar.
Piel.- Un momentito, me tengo que desperezar. Y con estos pelos...
Ello.- Tengo sueño...
Superyó.- ¡Tu quieres seguir soñando! Ponte las pilas o no llegamos a clase.
Sistema nervioso.- Y tu [a Pulmones] a ver si respiras con más calma...
Pulmones.- ¡Es que voy a tope y me entrecorto!
Piel.- Tengo unas ganas de volver a la cama con las sábanas calentitas y…
Sistema nervioso.- ¡Que tenemos que llegar a una homeostasis! O ahora que soy moderno a una homeorresis ...
Pulmones.- Pues como no te relajes un poco...
Ello.- No (os) quiero. Os necesito. [No quiere levantarse y se rebela contra los sistemas de los que, por otra parte, depende].
Piel.- Vamos a ver, ¿qué es lo que te sobra? O te falta, ¿tienes hambre?
Pulmones.- Primero oxígeno para todos, aunque tengo mocos... ¡la culpa es tuya! (a piel)
Yo.- [se los limpia] ¿Mejor ahora?
Pulmones.- Eso parece, respiro mejor... Pero... ¡Atchís!
Corazón.- Bombeo con más fuerza...
Yo.- ¡Mira lo que habéis hecho! ¡Pobres pulmones! Pues nos va a ir fatal...
Ello.-  Yo no tengo culpa [de ningún displacer]. Pido y no se me escucha.
Pulmones.- No tendrás la culpa, pero esto está lleno de mocos, es una porquería y no puedo funcionar bien.
Ello.- Con tanta agitación creo que me están entrando unas ganas de...
Yo.- Hay que expectorar y tú tienes que avisarnos cuando algo no funcione.
Pulmones.- Es que estoy llena de mocos y esto no rinde.
Ello.- Pues quien paraliza eres tú, yo quiero ver a Javier en el descanso.
Pulmones.- Bueno, pero la juerga sin beso, que si no me ahogo.
Piel.- Lo del beso mola, pero tengo la nariz tan seca... me duele un montón.
Ello.- Ya estamos con las excusas. [Denuncia ambivalencias]
Yo.- Mira lo que has provocado. Cuando nos vea Javier esta nariz...
Superyó.- Que tenemos que ir a clase. ¡En marcha!
Sistema nervioso.- Pero sin agobios que hay que ahorrar energía...

Erotismo que se despereza adolescente; cuerpo desconocido, efervescente y enredado en paradojas... Artemisa necesita atraer a Javier tanto para reforzar su identidad femenina (psique) como para satisfacer la excitación (soma). La pareja parental pasó a un segundo plano, quedó como delegado un Superyó aquietando pulsiones. En el afuera cobran vigor las figuras simétricas, compañeras con las que competir, chicos a los que atraer, grupo con el que identificarse... La fronteriza Piel adquiere relevancia en esta etapa: si está morena o no, el incómodo grano, alguien que acaricia, el placer de darse crema, pecho indeciso, vello superfluo... Si la representación de sí misma fuera próxima a su ideal, psique y soma se ahorrarían bastantes sufrimientos, pero ¡qué pocas veces ocurre!
La escena mostró un conflicto entre pulsiones (de las que se hicieron cargo Ello y Piel) y Principio de realidad. El conflicto se encarna: al deseo de la piel (caricias) se opone el ahogo de los pulmones y el intento de una solución de compromiso aceptada por el Yo y el Principio de realidad (si no es aceptable el beso, la caricia en-cubierta por la crema parece lícito sustituto). El erotismo, que inquieta, que atrae, que asusta, está presente en toda la escena. Artemisa adolescente va tomando conciencia de la sexualidad genital que conmociona su cuerpo. Podría tratarse, desde una lectura de la escena grupal, de una situación confusa, todos actúan, nadie escucha. «Es curioso, comenta una de nosotras, cómo algunos órganos parecían portavoces de instancias psíquicas: los pulmones del Superyó, la piel del Ello...»

ALGUNAS MANZANAS VERDES...
Sujeto encubierto / cuerpo descubierto
Recuperamos ahora retazos de diálogos de la representación psicodramática que hicimos de cuatro pacientes con el planteamiento anterior: en cada caso integra el grupo el sujeto desmenuzado. Las historias clínicas son aquí secundarias, seguimos tratando en cada caso de husmear en torno a las interferencias somato-psíquicas...

Tomás.-
Tiene diez años, alta autoestima, cumplidor de normas, cariñoso. Replicó las somatizaciones de su madre: diagnosticado de colon irritable a los dos años, el cuadro aparece intermitente hasta los seis. Toca muy bien el piano. En nuestra escena representamos a la madre, cuya tensión salpicó –incluso durante el embarazo– a Tomás. La imaginamos en un concierto de su hijo.

Corazón.- ¡Qué agobio! Debería haberle puesto la otra camisa...
Piel.- ¡Que frío tengo!, falta un poco de calefacción.
Pulmones.- [El frío y la tensión provocan que respire acelerada ]
Estómago.- ¡Qué tensión! Colon inflamado, me voy a descontrolar...
Sistema nervioso.- Estómago, cálmate que estás alterando a los demás.
Estómago.- ¡Pero si son los demás los que me tienen destrozado!
Yo.- Está estupendo, me gustaría verlo más cerca. [No tolera el desasosiego]
Ello.- ¡Qué ganas de darle un achuchón, qué machote!
Superyó.- No, que se hace débil, no te pases.
Piel.- Un besito, ¿no? Míralo, pobre, está sudando.
Superyó.- Hay que mantener el tipo, tengo que bloquear la angustia.
Piel.- Pues ahora empiezo a sudar yo.
Estómago.- Es que no puedo. Tengo un reconcome dentro, un que no sé si me voy al baño o me quedo... ¡Qué nervios...!
Corazón.- Me cuesta mantener el ritmo con tanto bullicio...
Yo.- Está todo en orden, dejad de incordiar y vamos a escuchar el concierto.
Estómago.- ¡Eso les dirás a todos!
Superyó.- Que nos vean bien, nos miran todos, saben que soy su madre.
Piel.- Por eso he venido guapa, me he maquillado, pero con el sudor...
Ello.- ¡Si me vieran a mí dando un concierto!, nunca tuve oportunidad...
Superyó.- ¡A mantener el tipo!
Yo.- No te pases, ya es hora de llorar un poquito ¿no? de emoción...
Piel.- Unas lagrimitas... que queda muy bien en una madre.
Superyó.- Qué se corre el rímel, bastante tengo con el sudor, ¡que no!
Sistema nervioso.- Con tanta información por organizar no me dejáis escucharle como se merece.
Estómago.- ¡¡Pero es que tengo un retortijón!!
Superyó.- Ahora no. No fastidies que te están mirando, ¡que eres la madre!.
Yo.- ¡No vas a ir! [Ir al baño sería placentero, descargaría tensión.]
Estómago.- ¡Duele! No tenía que haber desayunado...

 El narcisismo de la madre se nutre del hijo, ella “nunca tuvo oportunidad” de ofrecer un concierto; orgullo, sí, pero también envidia a desterrar de la conciencia compensándola con atención exagerada sobre Tomás. Aquello que la madre calla con los labios se expresa con gestos o actitudes, también con el funcionamiento de los órganos (Chiozza). El plano simbólico desaparece. Cuerpo de Tomás que incorpora el de la madre cargado de tensión, crispado. Despliegue psicosomático espectacular que oscurece al hijo aunque parece dedicado a él... La madre pone en funcionamiento su cuerpo, manteniendo las formas que considera adecuadas y constriñendo las emociones que tendrían que fluir.

Carla.-
Paciente heroinómana desde los veintidós años, actualmente tiene treinta y siete. Su padre (con el cual siempre tuvo una relación ambivalente) falleció hace meses. Tras tres años de abstinencia después del nacimiento de su hijo, se encuentra amenazada con la retirada de su custodia debido a una recaída impulsiva (en la que se quemó un dedo sin ser consciente del dolor). Comienza a tener síntomas corporales. Se debate inmersa en síndrome de abstinencia tras una semana de recaída entre el deseo de hacerse cargo de su hijo y abandonarse al consumo. Pasemos a la escena:

Ello.- Tienes 50€, ¿realmente quieres ir a hacer la compra? Yo creo que no.
Yo.- Piensa en tu hijo...
Superyó.- El puré del niño.
Ello.- ¡Qué puré!, tienes la pasta, es tan fácil llegar al camello, chute y…
Corazón.- Esto no me gusta mucho.
Estómago.- Vamos, vamos, necesito alimentar al monstruito.
Piel.- Hace mucho que no me sentía así...
Ello.- Pero esos temblores pueden cesar. Hay una forma, ya lo sabes.
Sistema nervioso.- Necesito un pinchazo para volver a centrarme, así no puedo funcionar...
Yo.- Sabes que esto es normal. Es solo una semana.
Ello.- No quiero aguantar una semana, ¡quiero estar bien ya!
Yo.- No tires por tierra estos tres años. Piensa en ti y en tu hijo.
Superyó.- Tu padre ya no está, defraudarás a tu madre. ¡Tiene que comer!
Sistema nervioso.- Me duelo toda, quiero anestesiarme...
Piel.- No me quemes otra vez, ¡ni te enteraste de lo colgadísima que ibas...!
Corazón.- Que me desboco, ten cuidado...
Superyó.- Estate quieto. Leche, comida, puré, estará llorando...
Ello.-¡Sólo esta vez!
Yo.- No, vamos a ir al centro a buscar ayuda del psicólogo.
Ello.- (Al Yo) ¡Déjate un poquito, venga! Vamos ya...
Yo.- ¡Que no, que tengo que ir al centro!  Di algo, imponte (al Superyó). Esta vez te voy a dejar vía libre.
Piel.- [al Ello] Convéncela para que vayamos, que yo ya no aguanto con las tiritonas.
Corazón.- ¿Cómo paro esto?
Superyó.- Qué nos quitan al niño...
Ello.- Ya te sacrificaste tres años por él. Tu padre ya no se puede enterar.
Yo.- Nosotros nos vamos a enterar.
Superyó.- Estómago se va a enterar, Corazón se va a enterar. ¡Cómo quedó la piel la última vez!

Tras la escena, algunos comentarios:
Sistema nervioso y Ello se alían para alcanzar la homeostasis, mientras que el Yo, tan debilitado como el organismo, pide ayuda al Superyó. Existe una gran pugna entre Ello y Superyó que el hijo aviva. La pérdida del padre actualiza abandonos que no puede asumir, la avidez nunca saciada se dispara; Corazón deja traslucir el conflicto a través de la taquicardia; Piel se debate entre el miedo a una nueva herida y la displacentera tiritona y ello va a contribuir a la alianza Ello-Piel. Su compulsión a la repetición reforzará el triunfo del Ello cuya argucia para que el Yo quede sin aliados será su alianza con lo Psicosomático, lesionando al cuerpo. El mismo cuerpo que es fuente de la pulsión a través de las tensiones internas a las que Carla, como sujeto, no puede escapar. La pulsión de muerte se muestra con fuerza a través de la tendencia a restaurar un estado anterior.
Todo es muy inmediato, en su momento el consumo estuvo espoleado por la dificultad para resolver conflictos intersubjetivos; luego llegó a un nivel en el que el psiquismo quedó prácticamente anulado, incapaz de control. El hijo fue estímulo poderoso para lograr esos tres años de abstinencia, ¿qué sucedió ahora para que se produjera la recaída?, ¿qué relación puede haber con la reciente muerte del padre? Rabia y violencia parecen relegadas a un segundo plano, la tentación del consumo les resta protagonismo. También se busca cierto placer erógeno, la droga concilia Eros y Thanatos; lo que apacigua al Ello no necesariamente aplaca al Corazón. Lo que conviene a “un cuerpo” puede dañar al sujeto que lo habita, la adaptación tiene un precio. ¿Tiene capacidad esta mujer para sentir ternura u otro tipo de emociones más sutiles? Seguro, pero la extrema tensión psicosomática bloquea esa posibilidad. Su demanda desde hace dos años es “me quiero enamorar”, pero la compulsión a la repetición –la misma que induce sus recaídas– la lleva a involucrarse en relaciones de pareja autodestructivas.

Pepa.-
Veamos un contrapunto al caso anterior, el férreo control ejercido desde una anorexia restrictiva. Esta paciente tiene veinticinco años (varios ingresos desde los quince), está soltera y vive con sus padres. Ahora está mejor pero la madre tiene que organizarle las comidas despertando fuertes ambivalencias. En nuestra pequeña dramatización, un almuerzo navideño:

 [El olor llega de la cocina, viandas vistas de reojo, se acerca la hora...]
Sistema nervioso.- ¡Preparándonos para reabastecimiento general!
Superyó.- Vas a poder, no te preocupes que lo vamos a conseguir.
Estómago.- Mis jugos se empiezan a poner en marcha, huele que alimenta... ¡¿me llegará algo por fin?! Tengo un hueco enorme...
Corazón.- Con un poco de suerte conseguimos algún glóbulo rojo...
Ello.- Primero una copita para despistar...
[Al beber se desinhibe, acalla al Superyó ansiando atacar a los frutos secos]
Superyó.- De eso nada, así se empieza, no necesitamos nada...
Estómago.- [Aliándose con el Ello] ¡La copita y un poco de roscón...!
Pulmones.- Yo mucho trabajar pero no lo aprovecháis nada ...
Yo.- La verdad es que no me vendría nada mal ese muslito, solo uno.
Superyó.- Si controlo no llega angustia. Tras un muslito llega otro y luego...
Yo.- Fíate de tu madre, no te va a engañar, quiere cuidarte...
Estómago.- No, si ya me voy acostumbrando...
Sistema nervioso.- ¡Alerta! Bajemos el metabolismo basal... [Sistema endocrino mandando señales]
Piel.- Me tenéis hecha un asco, empiezo a tener demasiado vello ...
Yo.- Un poquito de verdura, un muslito del pavo sin grasa y ya está…
Estómago.- Necesito azúcares ya... ¡Me vais a crear una úlcera!
Piel.- Estoy harta de esta piel tan seca. Un poquito de salsa no vendría mal...
Corazón.- Acabaréis lesionándome. [La ansiedad se inscribe en el cuerpo.]
Superyó.- Hay que beber agua, así engañamos algo al estómago...
Corazón.- De engaños nada, la parada viene de pronto... ¡Precisáis un susto!
Sistema nervioso.- Aquí el que decide cuándo tiene sentido un susto soy yo.
Yo.- Cuando estén mirando, cogemos un trocito y así nos dejan en paz .
Ello.- ¡Qué importa lo que digan! A comer...
Piel.- [Por la proximidad de la madre] ¡Que no se acerque, que no me toque!
Ello.- ¡Y encima quiere que la ayude!
Superyó.- Hay que hacerlo.
Yo.- Si la echamos una mano luego nos deja en paz...
Piel.- Tocar esa comida con tanta grasa y con ella al lado ¡Huy, no puedo!

Una comida de Navidad favorece lo regresivo y «nuestro» Ello sondea olvidados placeres primigenios ; el Yo debe mediar entre este y un Superyó -que ignora, desprecia y engaña a los órganos del cuerpo- al que orienta un desmesurado orgullo (conseguir no comer) y la evitación de la culpa. Debe negociar –en el aquí y ahora- con las presiones internas y la realidad de su entorno. En la anorexia se preserva el Self a costa de dañar el cuerpo, mediante la escisión entre ambos.
Otra interpretación de la privación del alimento como escisión es la propuesta por autores como Vandereycken  con el objetivo de separar cuerpo y mente . La contienda nutre la ansiedad que recoge el cuerpo (estómago, corazón, piel). La falta de nutrientes fuerza el trabajo de Sistema Nervioso que se las ingeniará para organizar una emisión extra de glóbulos rojos que aliviarán la falta de oxígeno, al tiempo que trata de equilibrar su respuesta defensiva ante la amenaza que supone el alimento. El malestar es generalizado; en el fondo, soterrado, el déficit afectivo. Sin embargo la sensación de omnipotencia que proporciona el triunfo sobre lo pulsional es enormemente gratificante. ¿Qué es más placentero para esta paciente: comer o lograr no hacerlo? El hombre está atrapado entre necesidad (biología) y libertad (afectos que desencadenan pensamientos). Cuerpo maltratado que se aferra a formas infantiles, la carne hace pecar, comer acarrea culpa. El aparato digestivo de estas pacientes acapara protagonismo: si van estreñidas, malo; cuando tienen sensación de plenitud, malo. La satisfacción la proporciona la sensación de vacío, pero el bienestar profundo no se logra hasta la resolución del conflicto. Si el Superyó no es castrador, puede armonizarse con la realidad; el Yo dice o te sometes o lo reestructuras.
 Toda relación intersubjetiva desencadena un movimiento funcional somático. En la anorexia, la relación madre hija es de tipo fusional; las enfermas no pueden experimentarse a sí mismas como individuos unificados o autocontrolados, capaces de dirigir sus vidas por su cuenta (H. Bruch 1973 ). Podríamos preguntarnos tal como hizo Kim Chernin , si la agresión de Pepa a su cuerpo no será un ataque al cuerpo femenino que comparte con su madre, sustituyendo así simbólicamente la rabia que siente contra ella.
La madre de esta paciente tiene problemas, no «moldeó afectivamente» el cuerpo de su hija. Por eso su contacto produce rechazo; las raíces del asco son muy arcaicas. Pero no perdamos de vista el efecto que el cuerpo desnutrido de Pepa provoca en su madre; sujeto y objeto con sus respectivas complejidades psicosomáticas, boicoteando cualquier intento de precisar causalidades. Chiozza sugiere que cuando acontece una privación o frustración suficientemente importante se inicia un proceso regresivo desde el nivel de evolución alcanzado, hacia el estadio del desarrollo en el cual se ha producido previamente una fijación de la libido. Es allí, en ese punto, donde la excitación puede hacer surgir el  cuadro de anorexia que presenta Pepa.

Juana
Paciente depresiva con asma, huérfana desde los trece y tercera de cuatro hermanos. Vive sola, se queja de que no se ocupan de ella. Medicada por un intento de suicidio. En la escena, espera a su hermana en una cafetería:

Yo.- Siempre llega tarde.
Ello.- Pues levántate y vete. A ver por qué tienes que esperarla...
Superyó.- Calla, yo cumplo. ¿Le habrá pasado algo? [subyace ambivalencia]
Corazón.- [Late acelerado.]
Pulmones.- No puedo respirar... [«La angustia impide la expiración por contracciones de las vías respiratorias: la compresión de los capilares pulmonares conduce a la congestión en la circulación pulmonar y a una isquemia en la circulación general, con complicaciones cardíacas» ]
Piel.- A mi me apetece que llegue y me de un abrazo. Espera un poco.
Ello.-¿Qué abrazo? Un tortazo por lo mal que nos lo hace pasar.
Yo.- Siempre tan violento. ¡Eres tan duro con todos!
Sistema nervioso.- Advierto cierta desorganización general... ¡qué barullo!
Estómago.- Se me está haciendo un nudo...
Yo.- Mira lo que le pasa por tu culpa...
Piel.- Estoy empezando a sudar... me tenéis en tensión; no sé si quiero que llegue, no sé si quiero que me abrace, recuerdo que después de un abrazo siempre me quedaba sola...
Estómago.- A mí me vendría bien una buena copa de helado.
Ello.- Un buen copazo y a perder las formas de una vez.
Piel.- Y yo me quedo deshidratada y hecha un asco.
Corazón.- Y yo con taquicardia...
Sistema nervioso.- ¡Alerta neurotransmisores! Riesgo de ingesta...
Yo.- Como me desinhiba no respondo. Con la euforia soy capaz de cualquier cosa... Puede ser una idea para no pensar.
Superyó.- Pide una tila.
Piel.- ¡Mejor un vermut!, qué rico, cuánto hace que no lo tomo con aceitunas. [Se sobresalta] Claro que luego salen granos...
Superyó.- Venga aquí todos tranquilos, una tilita para todos...
Yo.- No llega... ¡y resolvería todo! [calmaría el estado general de ansiedad]
Superyó.- Es normal, tiene una hija de la que ocuparse, no le eches la bronca.
Ello.- Si es que pasa de ti, no le importas nada...
Superyó.- Una hija es una hija, lleva mucho tiempo, es pequeña y requiere mucha atención.
Yo.- Siempre fue así. A mí nadie me hizo tanto caso. Habrá que aguantar.
Pulmones.- No aguanto más. Necesito aire fresco. ¡Salgamos!

La escena está cargada de contradicciones desde el principio: necesita y envidia a su hermana, no soporta que se retrase, pero este hecho le brinda la oportunidad de enfadarse con ella.
Aquí el afecto funciona como una especie de “bisagra” que articula lo psíquico y lo somático. Por un lado el recuerdo psíquico que genera su hermana, por el otro una descarga real somática, sudoración, taquicardias, hiperventilación. (Chiozza)
Hablaríamos de escena depresiva en una lectura de la dinámica grupal (triunfo superyoico, diálogo razonado...), aunque el nivel de ansiedad es cada vez mayor y parece desencadenar un acting que puede recordar su intento de suicidio. El cambio puede provenir del exterior (con la llegada de la hermana) o ser alentado por la sujeto; en este caso, a través de la acción (marchar), o del pensamiento (recurrir a lo imaginario para evadirse).
Una peculiar perspectiva bioniana: desde el supuesto básico de dependencia, espera a la hermana como líder omnipotente. Pero no llega, muda en enemigo y el supuesto de ataque-fuga se pone en marcha desde la hostilidad.
Unos comentarios surgidos al hilo de nuestra deliberación tras la escena:
- La representante del Yo: me costaba abrirme paso, no podía negociar, me sentía tironeada entre Ello y Superyó.
- Sistema nervioso: en la misma línea, tampoco era fácil gobernar lo somático, todo eran quejas, nada satisfacía...
- Piel: cuando pensaba en algo apetecible me llegaba el contrapunto en forma de granos, abandonos... Me percibía como frontera, no es fácil delimitar hasta qué punto puede pertenecerme algo de memoria olfativa, por ejemplo, a la hora de echar de menos un abrazo concreto... Tengo sensibilidad para percibir diferencias táctiles que ponen en marcha la representación; luego esta se encargará de articular afectos y emociones y, el conjunto, reaccionará en consecuencia...
- Ello: ahí entro yo con las pulsiones. Creo que el Sistema nervioso tiene mucho que decir sobre esa articulación.
- Superyó: yo sí tenía la sensación de llevarme el gato al agua. Salió es-pontáneo, pero es muy coherente que desde la estructura depresiva de esta mujer el Superyó tuviera tanta fuerza, es lo que la tiene tan aplastada.
- Estómago: tengo tensión cuando empieza el conflicto, abrazo sí, abrazo no. Me siento conectado con pulmones y corazón, despisto y me despista el sistema nervioso, las emociones interfieren mi decodificación de hambre o saciedad, estoy hecho un lío. No sé qué necesito, me bloqueo. Se activan los jugos gástricos pero no llega nada, ¡pura frustración!
- Superyó: yo tengo placer con ese control. Disfrutaba, “os fastidiáis”...
- Corazón: pues yo estaba conteniéndome, intentando no saltar, latir con ritmo. Pero el desasosiego del Yo me salpicaba muy directamente y bombeo con fuerza, lo que provoca ansiedad.
-Yo: no me gusto, no me quiero mostrar. Aunque en realidad no es mi físico, es mi odio a la hermana que me quiere lo que me hace sentir asquerosa.
- Corazón: yo intento mantener el equilibrio que permite a todo el organismo seguir vivo, pero cuando llega la angustia, derivo tensión a otros órganos: piel, estómago... El exceso de control que me llega del Superyó repercute en el resto de los sistemas.
- Piel: pues yo estoy muy enfadada con el Superyó porque hace que me salgan los granos...
- Superyó: los granos te los provoca el cabreo conmigo.
- Piel: o sea que si fuera capaz de tolerar tus normas sin irritarme, no me saldrían. Yo me encargo de externalizar el conflicto, la culpa es del exceso de Superyó.

SALIENDO DEL BUCLE...
Lo que en un comienzo parecía un enredo indescifrable (todos los integrantes del grupo interviniendo de forma simultánea creando dilemas y tensiones), a nuestro parecer se fue haciendo inteligible a medida que lo relacionábamos con planteamientos teóricos sobre «lo» psicosomático que se iban «encarnando» en una u otra escena. El reto era transmitirlo; para nosotras la experiencia grupal al elaborarlo ha sido sin duda fructífera.

Observamos –casi terminado ya el trabajo– que en nuestro quehacer durante estos meses, hemos discurrido por los tres tipos de escena que desde su costado instrumental –como describimos en el Modelo Analítico Vincular– permiten salir de bucles agarrotados:
- Situación Confusa. Marcó nuestro comienzo; bullir de ideas y escenas que se suceden con órganos variopintos, instancias psíquicas acompañadas de pulsiones, narcisismo, objetos y sus correspondientes representaciones interiorizadas... Los sentidos convergían en el cuerpo; originalmente este era el todo que demarcaba la conexión dentro/fuera. Contábamos con representaciones del objeto, con representaciones sí mismo y apareció el tercer actor, subjetivo, construyendo una representación disposicional del Yo en el proceso de cambio mientras el organismo responde a un objeto. Complejidad que se muestra a través de nuestra dificultad para poner palabras a todas las partes escindidas del cuerpo en un intento de realizar un diálogo coherente entre ellas. Renunciamos a transmitir la complejidad de lo allí intuido en pro de lograr cierta unidad de conjunto sobre la que construir algo coherente... y así avanzamos al tiempo que la escena real de nuestro grupo de trabajo mudó espontáneamente al...
-Estilo esquizoide. Una organización dentro del caos, búsqueda de sentido que dibuja un a modo de esqueleto organizador. Cierta perplejidad ante lo realizado invitó a la introspección y, poco a poco, las propuestas ganaron coherencia nutriéndose del rico material que proporcionó la atmósfera confusa. Cortamos y recortamos, perfilamos aquí y allá, parecía que dejamos a nuestros personajes en el esqueleto. Clarificado el panorama surgieron conexiones y pasamos al siguiente tipo de escena...
-Situación depresiva. La reflexión que determinó la última etapa de nuestro clima de trabajo dota de corporeidad al sujeto «fragmentado».

Tras esta pequeña deriva sobre nuestra propia dinámica, retenemos que de la interrelación de nuestra amalgama de “partes”, emerge el sujeto como un “todo” de un nivel de complejidad superior. Cuerpos que duelen, cuerpos cansados… ¿cómo duele el cuerpo grupal?, podríamos preguntarnos. No siempre se es consciente de cuándo fallan ciertos procesos en el organismo, las alertas instrumentales se ven acalladas en ocasiones por defensas de todo tipo que temen la desorganización.
Una pequeña acotación en torno al dolor. ¿Dolor psíquico, dolor físico? Ligados entre sí, apoyándose uno en otro, desencadenante o consecuencia, se retroalimentan y acaban por confluir. Matiza su percepción la forma en que habitualmente lo descifra y responde el entorno de quien lo sufre. Distinguimos dolor agudo de crónico. Respecto al primero: un suceso traumático lo provoca como señal y se produce una respuesta adaptativa; si el dolor es de gran intensidad puede provocar fuertes regresiones donde se unifican respuestas: huida o bloqueo (en última instancia surge el reclamo: «¡mamá!»). Pero ciertas situaciones dolorosas se cronifican y, de nuevo, lo adaptativo actúa reorganizando el conjunto hasta lograr un nuevo equilibrio donde –en nuestra deliberación– surgen los conceptos: mayor umbral del dolor, resignación, renegación, drogas para paliarlo... que normalizan apa-rentemente el escenario, modificando en cualquier caso la relación con el medio.

Se habla del placer de comer, del placer de expulsar, también comer para hacerse querer. ¡De la leche a la manzana! La manzana incita al pecado... se requiere un largo trayecto para llegar a domeñarla como instrumento de seducción. Describe, de alguna forma, la traducción de la emoción en afecto dotado de sentido que estimula la expresión objetal. En el paciente psicosomático, un plano fundamental: dotar al otro de investimiento libidinal.
Cruz Roche advertía de cómo funciones tan ancladas en la corporeidad como la agresión, la sexualidad y las funciones parentales, ejercen un juego de acercamiento y separación que permiten la puesta en marcha de los mecanismos autoorganizativos del psiquismo.
¿Qué conlleva la supresión del afecto agresivo? Si la agresión no encuentra una vía de expresión que se apoye en elementos menos regresivos, lo biológico informa acerca del nivel psíquico. El síntoma psicosomático muestra allí su doble vertiente: desde el reconocimiento de una entidad por las respuestas que genera en el sujeto –Damasio–, hasta el componente que “desconoce” y el componente que se hace cargo.
Nuestro trayecto discurre en torno a tres perspectivas de referencia: el vínculo, lo psicosomático y el paradigma de la complejidad. Los fragmentos de nuestro sujeto no funcionan como entidades aisladas. Cada escenario desencadena diversas reacciones en los integrantes de este grupo-sujeto, que se van coordinando paso a paso para hacer frente o adaptarse a lo novedoso de la situación. El Yo intenta mantener un equilibrio –otro tanto se observa con claves distintas en lo que englobamos como «sistema nervioso» - pero, ¿a expensas de qué? Las sucesivas frustraciones recolectan tensión; ¿quién o qué se hace cargo de la misma, quizá ya transformada en angustia? El deseo y la falta mantienen la movilidad energética en donde lo psíquico y lo somático se ven en continua interrelación a la vez dinámica y conflictiva, relación que impregnará asimismo el plano social.
En nuestro deambular topamos con una conocida paradoja: necesidad de límites para desplegar libertad, ¿autonomía?, ¿interdependencia? Pero la paradoja no es tal, lo que podríamos conceptuar como saludable conlleva mudar cadencias que transcurren entre ambos polos.
El grupo conformado por pacientes con problemas psicosomáticos se presta como refugio para cuerpos enjaulados de sujetos enmudecidos. Trastoca el excesivo investimiento del Yo corporal, a favor de la objetalidad. En la psicoterapia de grupo lo sensorial se impone acompañando o sustituyendo en algunos momentos a la palabra; placer y displacer se filtran y exteriorizan ofreciendo menos superficie a resistencias y fingimientos. Tensiones sofocadas por posibles racionalizaciones de un sujeto, revierten energía al grupo, impregnan su espacio. Las pulsiones, sustentadas por psique y soma, espolean y desorganizan permitiendo una atmósfera propiciadora de nuevos emer-gentes; las representaciones se resienten y transforman a través de la experiencia. El proceso tiene un sentido y nuestro trabajo consiste –a través de la atención flotante- en lograr que los integrantes lo perciban, esbozar un mapa que se pueda traducir en palabras. El reto, según Nicolás Caparrós, es elaborar y modificar las condiciones por las cuales el camino de la emoción se encarna en el equivalente afectivo que denominamos síntoma.
Lo verbalizado no necesitará encarnarse.
Y recurrimos de nuevo a Damasio, ahora para concluir nuestro trabajo...

Cuando vemos, no sólo vemos: sentimos que estamos viendo algo con nuestros ojos. El cuerpo está bien «simbolizado» en la estructura cerebral, y los «símbolos» del cuerpo pueden utilizarse «como si» fueran señales corporales reales. Las representaciones ofrecerían un armazón espacial y temporal, una métrica sobre la que se podrían apoyar otras representaciones. Esta realidad no se puede considerar una realidad absoluta, sería «nuestra realidad».







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